miércoles, 9 de mayo de 2012

El buscador de estrellas

Había hablado recientemente con él, me pareció vital y optimista. Se marchaba a pasar unos días al apartamento de la playa, para disfrutar en solitario de la afición que le había enganchado ya hacía unos años. Yo le llamaba “El buscador de estrellas”, pues desde que se jubiló llenaba sus noches mirando al cielo con el potente telescopio que se había comprado.


Una llamada me comunicó cómo un maldito infarto le había sorprendido en soledad y había apagado todas las estrellas que él almacenaba en su retina. 

Acudí a darle mi último “adiós”. Su cara pintaba todavía el color del sol mediterráneo. Junto al labio inferior, cerca de la comisura derecha de su boca, una chispita brillante refulgía y destellaba en distintas direcciones según yo me movía. ¿Qué podía ser? ¿Una partícula de la cafinitrina que no se llegó a disolver? ¿Una pizca de sal cristalizada de la última lágrima? Tal vez.

Me dejó el apartamento de la playa y su telescopio. Yo había pasado largas temporadas con él y ya lo conocía. Hasta que llegó el verano no pude hacerme cargo de mi nueva propiedad. Todo estaba en orden. En su cuarto, colgado de una percha, el albornoz azul ultramar con el que a veces me sobresaltaba por la noche cuando, como un fantasma salía a la terraza para contemplar el cielo. A toda costa quería interesarme en su afición. Sentados en la heladería de abajo, saboreaba el “blanco y negro” y, como si fuera un niño, le gustaba hacer ruido al sorber el final con la pajita. Entre sorbo y sorbo, me hablaba de los anillos de Saturno, del color azul verdoso de Urano, de Marte, de Sirio, de Aldebarán,de la constelación de Orión, y de la Luna, de sus cráteres luminosos Tycho y Copérnico y de los mares de la Tranquilidad y de la Serenidad. Ni siquiera se daba cuenta de que, poco acostumbrada a trasnochar, yo hacía esfuerzos para mantener los párpados levantados. Para mí la noche se había hecho para dormir y no para pasarla como él al sereno, con el largo batón ceñido por un cordón frailuno, contemplando el cielo.

La noche no apagó el calor sofocante de ese diez de agosto. Para evitar un no deseado insomnio tomé una tila, que junto al cansancio del viaje, me hundió en un sueño profundo. Me desperté sin saber por qué. El reloj de la mesita de noche marcaba las tres y cinco. Hacía calor. Puse la radio que tenía debajo de la almohada y oí cómo hablaban de las “Lágrimas de San Lorenzo”. Él me había explicado alguna vez ese fenómeno, la lluvia de estrellas provocada por Las Perseidas. 

Me levanté y descalza salí a la terraza. El fuerte viento de Poniente, que llevaba soplando varios días, había barrido la calima. Tuve la sensación de haber salido a un escenario donde se estaba representando, sólo para mí, la maravillosa obra de la creación. La línea del horizonte había sido engullida por las fauces de las sombras, por lo que mar y cielo se fundían en el vestido de gala negro de la noche, tachonado de estrellas y luces que delataban la presencia de un puñado de barcos de pesca. Pupilas parpadeantes por la lejanía o por el movimiento de las olas. La lluvia de estrellas estaba en su apogeo, cabecitas luminosas aparecían por donde menos esperaba y como un suspiro dibujaban, con sus cabelleras resplandecientes, caprichosas líneas sobre la densa negritud. No podía dar crédito a lo que estaba sucediendo, yo notaba cómo me disolvía en esa comunión del cielo con el mar. Estrellas fugaces atravesaban rutilantes mis manos, mi cara, todo mi yo. Mientras, mi alma se esponjaba de felicidad al sentirse liberada de las ataduras de un cuerpo que ya no me pertenecía porque se había hecho uno con la inmensidad.

Regresé a la cama, el reloj de la mesilla marcaba las tres y cinco. Juraría que ésa era la misma hora que había visto cuando me desperté. No le di mayor importancia y me volví a dormir. Soñé con mi padre y la chispita que brillaba cerca de la comisura de sus labios. Al fin había encontrado su estrella, pasaporte luminoso para la eternidad.
Rosa María Calderón
Lic. en Historia. De la Tertulia Literaria del CDL

 
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