¿Por qué no se rebate definitivamente la calumnia de la Leyenda Negra que sigue calando en mentes y países, por falta de clara información?
La historiadora argentina María Saénz Quesada opina sobre la matanza de indios, propiciada por los españoles, según la versión moderna de Fidel Castro, Hugo Chávez y Evo Morales, que “yo no diría que hubo asesinatos masivos, diría que hubo luchas. Los aztecas y Cortés, por ejemplo, lucharon. Masacres deliberadas, para matar indígenas, no hubo, por la simple razón de que eran la fuerza de trabajo que los españoles iban a usar”.
Cuando Tlaxcala ayudó a Hernán Cortés contra los aztecas, fue eximida después de pagar ya siempre tributos. Henry Kamen, historiador británico, confirma, “los españoles, por supuesto, no tenían interés alguno en destruir a los nativos; hacerlo, evidentemente, habría socavado su institución básica, la encomienda (...) más de un noventa por ciento de las muertes fueron causadas por enfermedades contagiosas más que por crueldad”.
Francisco [López] de Xerez, (Verdadera relación de la conquista del Perú, 1534), con su experiencia personal como cronista del Perú, lo corrobora, “porque como los españoles tengan conoscidos a los indios que tienen en administración son bien tratados y conservados”. La Encomienda era una prestación de servicios para la construcción y mantenimiento de haciendas españolas y a cambio se comprometían a instruir a los indígenas, sobre todo en la fe católica.
La verdadera crueldad la extirparon los españoles al suprimir los sacrificios de mujeres y hombres, arrancándoles vivos el corazón, excepto a los niños, que según fray Toribio de Benavente, en México, “a estos niños inocentes no les sacaban el corazón, si no degollábanlos”. En cuanto al Perú, el susodicho Francisco de Xerez, refiere sacrificios voluntarios “y los mesmos de quien hacen sacrificio se dan de voluntad a la muerte, riendo y bailando y cantando; y ellos la piden después que están hartos de beber, antes que les corten las cabezas”. A veces estos rituales eran muy generalizados y revestían escala estatal, con el nombre de capaccocha.
Sin embargo, la influencia mayor, en la reducción de indígenas americanos, fue la acción generosa de la legislación protectora, con matrimonios legales entre españoles e indias. Más que una extinción fue creación de una raza hispano-amerindia nueva. En el Museo de América, de Madrid, podemos contemplar dieciséis lienzos de Andrés de Islas, sobre las mezclas: De español e india, el mestizo; de español y mestiza, el castizo; de español y negra, mulato; de español y mulata, morisco; de español y morisca, albino; de español y albina, negro tornatrás; de indio y negra, lobo [o zambo]; de lobo y negra, chino; chino con india, combujo; combujo con india, tente en el aire; tente en el aire con mulata, albarrasado, etc. España creó, por primera vez en la historia, en Iberoamérica, una sociedad multicolor.
En España no existen pueblos o naciones diferentes, está constituida por un solo país y un solo pueblo, tremendamente mestizo. Ningún país se ha mezclado tanto con otros como el español; nuestra patria era una nación de raza blanca mestiza de íberos, celtas, arévacos, astures, cántabros, layetanos, vascones, romanos, godos, árabes, bereberes, francos de la Marca Hispánica, más otros europeos del Camino de Santiago y un largo etcétera, que se coloreó totalmente en tierras americanas: “La raza cósmica” de José Vasconcelos. Reconocen las Leyes de Indias: “Es Nuestra voluntad, que los Indios, é Indias tengan, como deven, entera libertad para casarse con quien quisieren, assi con Indios, como con naturales de estos Reynos, ó Españoles” ... “Ningún Cacique, ni otro cualquier Indio, se case con más de una muger”.
Afirma Claudio Sánchez Albornoz que todas las guerras de conquista, desde hace miles de años fueron muy crueles, pero hay que diferenciar entre ellas las de Roma y España, que crearon ciudadanos romanos o españoles: “Yo, español que no ignora las crueles horas de la conquista de España por Roma, horas que duraron dos siglos, elevo muchas veces en mi espíritu una acción de gracias a esa acción civilizadora de mi patria. Son injustos los hispanoamericanos que no rinden hoy igual homenaje a España, a quien deben la fe, la civilización y la libertad”. Y añadimos nosotros, y ¡el idioma!, que ellos completaron y perfeccionaron. El idioma español, según Vargas Llosa, “lengua de extramuros, de allende el mar, de las cordilleras, las selvas y los desiertos americanos, una lengua no sólo de blancos, ortodoxos y cristianos, también de indios, negros, mestizos, paganos, ilegítimos, heterodoxos y bastardos...”.
Los españoles no llegaron a los métodos anglosajones del norte del continente. Allí fue rara la mezcla, se llegó desde distribuir mantas infestadas con viruela y cólera1, para aniquilar tribus enteras, a comprar, con fruición, cabelleras de indios: 10 dólares por la de un guerrero, 5 dólares por la de una mujer o un niño. Del jefe indio Halcón Negro, (Black Hawk, 1767-1838), prisionero desde 1832, se expuso su esqueleto, en el despacho del Gobernador del Estado de Iowa. Un incendio en 1855 destruyó esta oficina y los restos de Black Hawk.
André Flahaut, ministro belga, aseguró en 2004, que “en América del Norte se cometió el mayor genocidio de la historia mundial (...) fueron asesinados quince millones de indígenas (...) y el exterminio continúa hasta hoy”. Creo exagera, como en la leyenda negra española, no existía esa población, rebajemos, por lo menos, la cifra a la mitad.
El historiador norteamericano Richard Erdoes, en su libro “The Sun dance people” (1972), afirma que sus compatriotas provocaron un verdadero genocidio, aniquilando tribus enteras de indios en las praderas yanquis. Uno sólo de los casos relatados: El coronel John M. Chivington, en 1864, ¡350 años después de Hernán Cortés!, con modernísimos cañones y rifles, exterminó una tribu de cheyennes, al grito de “Kill them all, big and small, nits make lice” (Matadlos a todos, grandes y pequeños, las liendres se convierten en piojos). De los descuartizados restos, se expusieron las cabelleras de hombres, mujeres y niños en un circo. Por el contrario Charles Darwin, en su “Viaje de un naturalista alrededor del mundo”, al describir Carmen de Patagones, de la Argentina independiente, en 1833, ¡al norte del río Negro, casi al lado del Atlántico!, escribe, “muchos indios de pura raza, residen en los alrededores; la tribu del cacique Lucaneo, han construido sus toldos [chozas] en los mismos extramuros de la ciudad”.
Con la independencia de los españoles no fueron los indios liberados. Nada más irse los conquistadores vinieron las lágrimas. El exterminio, como dicen los de la Leyenda Negra, fue acusado sin la protección de las leyes españolas. Puso de manifiesto el uruguayo Eduardo [Hughes] Galeano, en “Las venas abiertas de América Latina”, (1971), que los indios, mestizos, gauchos y campesinos fueron atacados como cizaña: ”Desde 1820 hasta fines de siglo, fueron desalojados, a tiros, los patriotas pobres que habían sido beneficiados por la reforma agraria. No conservarían otra tierra que las de su tumba… En 1861, Sarmiento escribía a Mitre: No trate de economizar sangre de gaucho, es lo único que tienen de humano. Este es un abono que es preciso hacer útil al País”. La sangre, como abono, jamás practicó España.
Después de la independencia, Argentina y Chile, exterminaron a los indios ona, yamana y mapuche. El chileno Sergio Villalobos (Para una meditación de la Conquista [de Chile]), especifica, que los indios de Chiloé, sur de su país, chonos, cuncos y poyas, “en el siglo XIX, desaparecieron así por completo”. Es más, Darwin, en la obra anteriormente citada, confirma, “Las tribus nómadas de indios, que usan caballo y siempre han ocupado la mayor parte de este país, atacan últimamente a cada instante las estancias aisladas; por eso el gobierno de Buenos Aires organizó hace algún tiempo, para exterminarlas, un ejército al mando del general Rosas2... se asesina a sangre fría a todas las mujeres indias que parecen tener más de veinte años... creo que dentro de medio siglo no habrá ni un solo indio salvaje al norte del río Negro”. ¡Qué diferencia con la actitud ante las mujeres de Hernán Cortés! Cuando les ofrecen hijas de caciques, para que “hagáis generación”, las acepta para él y sus capitanes, pero con una condición, que antes “quiten sus ídolos y que no sacrifiquen ni maten más hombres y crean en lo que nosotros creemos, que es en un solo Dios verdadero”, (Bernal Díaz del Castillo). Los conquistadores se unen a las cacicas indígenas bautizadas, a todas antepuestas siempre la doña (doña Luisa, doña Elvira, etc.), se ponen con diligencia a engendrar mestizos y nunca intentan exterminar a mujeres en edad de tener hijos. En cuanto a la leyenda negra de la codicia de Hernán Cortés, le explicaron también en Tlaxcala que Moctezuma II, a todas las provincias limítrofes con su imperio, les exige “oro y plata, plumas, piedras [preciosas], y ropa de mantas y algodón, indios e indias para sacrificar”.
En casi toda Hispanoamérica independizada, ayudados por asesores y cirujanos de EE.UU., se ideó “una política progresista a favor de las indias”, para que no tuviesen hijos, con un férreo control de natalidad para reducir población3. El Papa Pío X, ante las enormes matanzas de indios en Colombia, lanzó la encíclica “Lacrimabili Statu Indorum”, en 1912. El general Maximiliano Hernández Martínez asesinó a 30.000 indios en 1932, en El Salvador. En México, en pleno siglo XX, exterminaron a indios yaquis y mayas. En Paraguay, en 1957, la Corte Suprema de Justicia, comunicó a todos los jueces, que los indios eran tan seres humanos como los otros habitantes, etc. ¡500 años después del Codicilo de Isabel I, La Católica! Paulo Schilling, en “Un nuevo genocidio”, de 1970, relata que los obispos de Pará denunciaron la explotación brutal de los trabajadores del noreste del Brasil. También ellos levantaron la ciudad de Brasilia y a su conclusión fueron arrojados a los suburbios de otras ciudades, donde algunos sobrevivieron alimentándose de desperdicios. En la película “La selva esmeralda”, aunque no es una fuente histórica verdaderamente válida, se contempla el acoso y exterminio de los indígenas de la cuenca amazónica. Incluso en el año 2009 todavía se denunciaban masacres de indios en la Amazonia peruana por defender sus derechos, etc.
La esclavitud, tan denigrada de la España del 1500, no se suprimió en el Brasil hasta 1888. Y en la Arabia Saudita tan solo hace unos cincuenta años, en 1962, etc.
Debemos constatar que en Iberoamérica persisten, a pesar de las supuestas matanzas por los españoles y las ciertas aniquilaciones de indios posteriores a ellos, muchos millones de indios, sólo en México catorce millones y en Norteamérica casi han desaparecido. Así y todo los que más comulgan con las falsedades de la Leyenda negra americana, son ciertos españoles, que disfrutan como enanos cuando se habla mal de España. Aún actualmente se siguen editando falsas “novelas históricas”, escritas por españoles, como “Tierra Firme”, “Malinche”, etc., siguiendo las pautas de la leyenda negra y no las de la Historia, desvirtuándola ya sea en tiempos de Viriato, de los Austrias o de la República; también en seriales televisivos como ”Hispania: La Leyenda” o películas, por ejemplo, “1492: La conquista del Paraíso” donde se afirma que el primero que alcanzó la Tierra Firme ¡¡fue Américo Vespucio!! Por el contrario, México acaba de producir una serie de televisión, “La Conquista”, en que desmiente la leyenda negra sobre Hernán Cortés.
Miguel de Aguilar Merlo
Licenciado en C. de la Información