lunes, 27 de enero de 2014

Los puntos sobre las íes


Masculino más femenino
Se sigue confundiendo género gramatical con diferencia sexual. Masculino y femenino son géneros gramaticales; hombre y mujer, macho y hembra son especifi-caciones sexuales. Piernas y pies, orejas y ojos, por ejemplo, son parejas de género gramatical distinto. Son numerosos los animales cuyo nombre femenino no se corresponde con otro nombre masculino: foca, jirafa, ballena, perdiz, golondrina…, y, sin embargo, hembras y machos quedan englobados en él; y muchos otros se nombran únicamente en masculino, como alce, cóndor, tiburón, lenguado, escorpión, etc. Y si los animales más cercanos a nuestro vivir cotidiano tienen nombre masculino y femenino, al hablar o escribir, solemos enunciar los dos sexos sólo en masculino o en femenino: los perros, los conejos, los pollitos, las mulas, las cabras, etc.
No tiene, pues sentido, hablar de idioma machista, cuando se engloba, al hablar de oficios o cargos, en el masculino, a mujeres y a hombres. ¿Cómo diferenciaríamos por sexos al taxista, al taxidermista, al estilista, etc.?
El periodista Antonio Burgos denomina como “cretinez lingüística casi insuperable” este párrafo de un reglamento: “Los socios y las socias elegirán a los consejeros y consejeras, y estos y estas, entre ellos y entre ellas, al Presidente o a la Presidenta”. Y tiene muchísima razón. Y lo más curioso es que, buscando huir del pretendido machismo de la lengua, se posponga siempre el género femenino.
Me resulta extraño que todos los que pretenden diferenciar los sexos gramaticalmente pospongan el femenino al masculino; dicen o escriben: niños y niñas, trabajadores y trabajadoras, etc., cuando resultaría más cortés anteponer el femenino: niñas y niños, trabajadoras y trabajadores; como suele decir el orador, al comienzo de su discurso: señoras y señores.         

Habían por había
Con cierta frecuencia hemos oído frases tan incorrectas como: habían pocas personas, habían demasiados gritos. Y son incorrectas porque pocas personas y demasiados gritos no son sujetos, en estos casos del verbo haber, sino complementos directos. El verbo haber iría en plural solo en el caso de que fuera verbo auxiliar: habían acudido poquísimas personas; habían acallado los numerosos gritos.
Más inusual, aunque puede darse entre gente inculta, es la utilización de la forma habemos por somos o estamos: habemos ya aquí quince personas, por estamos ya aquí quince personas.   

Santa Claus por Reyes Magos
En Santa Claus, adopción reciente de tradición foránea, todo resulta extraño: el adjetivo femenino santa para un personaje masculino, el que un viejo vestido y cubierto de rojo represente a un obispo católico, san Nicolás de Mira, recordado por su amor a los niños y sus limosnas a los pobres. Aunque no fue entonces cuando se extendió su fama por Europa, sino varios siglos después, cuando en el siglo XI sus restos fueron trasladados a Bari.
Desde entonces, en Holanda, nació la costumbre de hacer regalos a los niños, el 6 de diciembre, por medio de Sinterklaus, transformación en flamenco del latín Sanctus Nicolaus. En otros idiomas Sinterklaus derivó en Santa Claus.
La transformación del santo obispo en un viejo barbudo fumando en pipa y cruzando los cielos en un trineo tirado pos renos se debe a una caricatura aparecida en una revista norteamericana, el Hasper’s Illustrated Weekly.
Últimamente, para relegar el nombre extraño de Santa Claus, y para que dicho personaje abarque todo el periodo navideño y no solo el día 6 de enero, se le viene denominando, en lengua foránea, Papá Noel, o sea: Papá Navidad, en español.
Sigamos los españoles con nuestros milenarios Reyes Magos, aunque somos muy libres de poner una nota de humor revistiéndonos de Papá Noel o Santa Claus.  





Christmas por tarjeta de Navidad o felicitación navideña
La propaganda ha conseguido popularizar la palabra inglesa christma para nombrar a la tarjeta o tarjetón de Navidad, o felicitación navideña.
Christma debe desecharse, tanto por su ortografía como por su sonido tan cercano al español crisma, palabra que en nuestro idioma tiene otros dos significados muy distintos: el óleo consagrado con que se unge al que se bautiza o confirma y, en segundo lugar designa también la frente, en la expresión amenazante ¡te rompo la crisma! porque dicha unción se hace sobre la frente.

¡Échale guindas!
Hay dichos que cambiaron de expresión a lo largo de los años o de los siglos. Una de estas expresiones populares cambiantes es ¡échale guindas!, frase admirativa dedicada a quien resuelve fácilmente una situación difícil o un problema complicado. Primeramente se dijo: Échale guindas a la Tarasca y, siglos después, Échale guindas al pavo.
En las procesiones del Corpus de Madrid, en los siglos XVII y XVIII, para retirar a la chiquillería, precedía el paso de la custodia la Tarasca: un dragón de cartón pintado, cuello largo, móvil y boca desmesurada con la cual arrebataba y se tragaba los gorros y sombreros de los incautos pueblerinos que habían acudido a la Corte a ver la procesión. Este hecho era celebrado con gran algazara por los madrileños; quienes, para recompensar el acierto del hecho, tiraban guindas y cerezas a la boca del dragón; fruta que recogían los porteadores.
El dicho proverbial de aquellos siglos era: Échale guindas a la Tarasca y verás cómo las masca.     
En los años 30, Imperio Argentina y Miguel Ligero, en la película Morena Clara, popularizaron este dicho con diferente letra: Échale guindas al pavo / que yo le echaré a la pava / azúcar, canela y clavo.

Déspota
En todos los idiomas hay palabras que han cambiado de significado. El vocabulario no permanece estacionario. Un ejemplo notable de esta ley semántica inexorable lo encontramos en la palabra déspota.
En griego, equivalía a maestro, señor, amo, jefe. Cuando Stauracio, hijo de Nicéforo, fue coronado como príncipe (año 702), se le dio el título de Déspota, que era menos importante que el de Basileus, reservado para su padre, el rey. Así, pues, Déspota era un título nobilísimo que solo se otorgaba a la primera dignidad del reino después del monarca. A la esposa de tal gobernante la llamaban Despoína.
Pasado el tiempo, déspotas  inferiores en dignidad, no acostumbrados al mando, abusaron de su autoridad y tiranizaron a sus súbditos. Éstos variaron la buena opinión que tenían de sus gobernantes y se sirvieron del mismo título, ya envilecido, para convertirlo en injuria.
Desde aquellos lejanos tiempos, déspota vino a ser un insulto lanzado contra quien abusa de su poder y trata con dureza a sus súbditos, sin otra ley que su voluntad o capricho. 

Lleida por Lérida
Es injustificable que en medios de comunicación escritos o hablados en español se escriba o diga Lleida por Lérida, Girona por Gerona, Eivissa por Ibiza, etc., etc. El periodista Antonio Burgos lo califica “como bajada de pantalones ante la dictadura del pancatalanismo”. Y, como mala imitación, también ha surgido el cambiar nombres seculares de pueblos y ciudades de Vascongadas por otros de extraña ortografía y denominación, como Gipuskoa u Ondarribia. Lo normal sería que sólo se hablase o escribiera así cuando se hiciera en catalán o en vasco.
Aurelio F. Labajo
Filólogo   

 

 
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