lunes, 29 de abril de 2013

Visita a la Catedral de Oviedo Sancta Ovetensis

El 7 de febrero, de febrero, día lluvioso y frío, nos reunimos un grupo numeroso de asociados, con nuestro presidente Rafael Alonso al frente, dispuestos a visitar detenidamente la catedral de Oviedo. Todos la conocíamos, pero es muy diferente visitarla despacio y con un guía.

La catedral, la sombra gótica que vigila a Oviedo con su solemne fachada coronada por una torre de 80 metros de altura, tuvo su origen en una iglesia prerrománica dedicada a San Salvador, construida por Fruela I y destruida durante le invasión musulmana. Alfonso II la reedificó en el siglo IX, y fue ampliada por el obispo don Pelayo en el siglo XII.  
La catedral gótica que conocemos en la actualidad fue iniciada en el siglo XIV sobre elementos prerrománicos y, al avanzar su construcción, fue absorbiendo las antiguas construcciones reales: la iglesia de Santa María y la antigua capilla platina o Cámara Santa. 
En el interior del templo hay que admirar el retablo mayor que preside la catedral, con escenas de la vida del Salvador. Es el retablo gótico más antiguo (siglo XVI) y el mayor de todos los que pueden verse en España después del de la catedral de Sevilla y el de la catedral de Toledo.
En el brazo izquierdo del crucero se encuentra la capilla del Rey Casto, panteón real, con una escultura bellísima de la Virgen de la Luz.  Y a la derecha de su magnífica portada gótica –antigua entrada a la catedral–, se halla, en un nicho tapado por una puerta de madera, una de las seis hidrias de piedra destinadas a las purificaciones de los judíos, que contenían el agua que Jesús convirtió en vino en las bodas de Caná. La autenticidad de la hidria no está probada, pero así lo afirman la tradición y la arqueología. En esa tinaja, los fieles llenan botellas de agua bendita el día de san Mateo, fiesta grande en Oviedo.
La Cámara Santa, antigua capilla palatina, a la que se accede desde la catedral por un espléndida portada con la imagen del Salvador, formaba parte del palacio prerrománico de Alfonso II, y encierra una valiosa obra escultórica románica del siglo XII, con los doce apóstoles, colocados de dos en dos, que dialogan entre sí, más la representación de un calvario. En esta Cámara Santa se guarda el tesoro de los reyes astures:
Cruz de la Victoria
La Cruz de los Ángeles, del siglo IX, obra maestra de la orfebrería astur, en oro y piedras preciosas, que la leyenda cuenta que fue hecha por los ángeles.
La Cruz de la Victoria, de principios del siglo X. Sencilla cruz de madera de roble que en Covadonga enarbolara el rey Pelayo frente a las huestes mahometanas. Fue celosamente custodiada por sus sucesores en el reino astur. Alfonso III el Magno la mandó recubrir de oro, rica pedrería y finísimos esmaltes. Esta cruz figura en el escudo del Principado desde el siglo XVIII.
La Caja de las Ágatas, donada por Fruela II, de madera de ciprés (antes se creía que era de peral), recubierta de plata y oro con piedras de ágata. La ornamentación más exquisita y valiosa de esta Caja la constituye, sin duda, la placa de oro, esmaltes y piedras preciosas que corona la tapa. Durante siglos, contuvo reliquias muy veneradas. 
El Arca Santa o arca de las reliquias. Es de madera de cedro recubierta de plata repujada. Se encontraba en Jerusalén cuando la ciudad fue conquistada por persas en el siglo VII. Se afirma que con ella llegó a Oviedo el Santo Sudario, el lienzo que cubrió el rostro de Jesús tras el descendimiento de la cruz. Y en esta ocasión llegaron también numerosas reliquias, entre ellas, -se dice- que algunas de la Virgen y del propio Jesús. Durante la invasión musulmana, el Arca Santa, estuvo escondida en el Monte Monsacro -de ahí su nombre- a 1057 metros de altitud y a 10 kilómetros de Oviedo. El rey Casto la colocó en su capilla palatina, llamada más tarde Cámara Santa.
El Cristo de Nicodemo es un Cristo de marfil, clavado en una cruz latina, con cuatro clavos.
Tuvimos tiempo de ver la sala capitular y el claustro del siglo XIII, el museo diocesano, la sacristía y el cementerio de peregrinos, aunque menos detalladamente porque teníamos mesa reservada en una típica sidrería, y ya se hacía tarde.
Como se acercaban los carnavales, muy celebrados en Asturias, fue obligado comer el menú tradicional de esas fechas: el “antrochu”. ¿En qué consiste? 1º, pote asturiano con fabes, berzas y el “compazgo”; 2º, picadillo de cerdo con patatas; y de postre, el inigualable arroz con leche y las “casadielles”. ¿Os animáis a venir a Oviedo?

 
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