Amo las montañas. Me aguijan los picachos. Me estimulan los retos. Siempre se levanta un monte frente por frente de otro monte, cada vez más alto. Lo aprendí subiendo al Peñalara, al Veleta y al Teide, a veces a gatas. Siempre hay algo nuevo que conquistar. Hay que intentar llegar al fin del fin. Eso es lo que caracteriza al ser humano.
Por cierto, dirigí durante un tiempo una colección de libros infantil
es que titulé “Al fin delfín”. Con ese juego de palabras, sonoro y plástico, me proponía juntar las fuerzas de la tierra con las fuerzas del agua para sobrepasarlas con el esfuerzo de los músculos del cuerpo y la aspiración sublime del espíritu.
El delfín corta el agua como una cuchilla y su elasticidad le permite sobreponerse a ella en saltos acrobáticos. Así que lo mismo se sumerge que asciende. Por lo que es admirado, sobre todo por los peques. La verdad es que conviene hundirse en uno mismo para ascender después. En esto consiste la educación más que la enseñanza.
Somos aire, tierra, humedad y fuego. De ahí, de estos cuatro elementos o categorías, y de su mezcla en los nervios, la carne y la sangre, surgen los distintos temperamentos, según la teoría de Juan Huarte de San Juan, con la que estoy de acuerdo. Del predominio de uno u otro contenido depende que seamos hipocondríacos o apasionados, nerviosos o apáticos, sentimentales o duros de corazón y tantas variaciones más. Ya lo explicó muy bien el psico-pedagogo francés Paul Grieger en las escuelas de La Salle. Buscadle en la Wikipedia.
“Arriba, arriba”, cantábamos en la infancia, y los maestros nos impulsaban a superarnos con esa canción. “Hasta las estrellas”, nos decían algunos, los más poéticos y joseantonianos, cuya boina roja era un pequeño sol ardiente que nos calentaba las vísceras. Eso ahora a algunos “liberados” les parece conductismo innecesario, pero a los discentes de entonces, formados en valores antes de que se impusiera y desapareciera Ciudadanía, de triste recuerdo al fin y a la postre, nos sonaba a gloria.
Se nos presenta y representa marzo como un mes cuesta arriba –por las alzas de la luz, los gases, los transportes, el mercado…- y debemos sortear ese tropiezo del paisaje -híspido, empinado, riscoso- y esa dificultad de la economía casera -escasa, preocupante, sobrevenida- con una guía atinada de ahorro, una norteña brújula indicadora y un modernísimo wassap, éste por si nos despendoláramos en la cumbre de la complacencia y tenemos que solicitar ayuda.
De cualquier forma, habremos de usar las tres potencias del alma, memoria, entendimiento y voluntad, que se resumen y concentran en la última: voluntad, voluntad, voluntad. Que ya lo dejó escrito Cervantes en el Quijote: “Es cosa manifiesta que no es de estima lo que poco cuesta”. Pues ¡hala! Cuesta arriba de marzo. Y abril. Y mayo…Y lo que se nos ponga por delante. A seguir marchando. No otra cosa es la vida. Que os vaya bonita.
Apuleyo Soto Pajares
Profesor y periodista