lunes, 29 de abril de 2013

Curiosidades lingüísticas


Jesuita
El 12 de marzo, los cardenales en cónclave eligieron como sucesor de Pedro a un jesuita argentino, Jorge Mario Bergoglio. Iba a ser el primer Papa no europeo, el primer Papa perteneciente a la
benemérita orden de san Ignacio de Loyola y el primer Papa que elegiría el nombre de Francisco.
A la palabra jesuita se le aplican aún significados denigratorios. Abro el “Gran Diccionario de sinónimos y antónimos” (Espasa Calpe, 1989), y leo: “jesuita: ignaciano, iñiguista, disimulado, hipócrita”, y como antónimos:”sincero, franco. La“Nueva Enciclopedia Larousse” (Planeta, 1981; en 20 vol.) también le cuelga a jesuita el remoquete de “persona hipócrita y astuta, por alusión a las restricciones mentales atribuidas a los jesuitas”.
Es muy posible que la animadversión del regalismo estatal del siglo XVIII hacia la Compañía de Jesús inventase tales adjetivos denigratorios. Sus hechos fueron más dolorosos aún: los jesuitas fueron expulsados de Portugal (Pombal, 1759); de Francia (Luis XV, 1764), de España (Carlos III, 1767), de Nápoles (Tanucci, 1767), de Parma (Du Tillor, 1768)… Y hasta se consiguió que el Papa Clemente XIV, por instigación del embajador español Moñino y de los agustinos y dominicos, que disolviera la Orden por el Breve Dominus et Redemptor (21 de julio de 1773). Catalina de Rusia no acató el edicto papal, y un reducto de jesuitas mantuvo en pie la Congregación hasta que Pío VII la restableció en 1814.
A pesar de la malquerencia masónica, el paso del tiempo, de la política y el prestigio de los jesuitas hicieron que el hablante de lengua española fuese olvidando, en el siglo siguiente, los significados peyorativos que aplicaron al término jesuita. Por eso, a comienzos del siglo XX, el Padre Fita, ilustre miembro de la Real Academia de Madrid, dirigió un razonado memorial al presidente de la Academia de la Lengua, en el que solicitaba que la docta corporación borrara en el Diccionario Oficial del apartado jesuita las acepciones injuriosas de hipócrita, zorro, ladino y astuto, que presentaba hasta entonces. En la edición decimosexta de dicho Diccionario (1939), desaparecieron dichas connotaciones.
Algunos distinguidos lingüistas, como Dámaso Alonso, protestaron, tachando esta medida como arbitraria, “porque la Academia no puede suprimir el sentido figurado y metafórico de un vocablo de uso corriente entre los hablantes”. Ya entonces y más hoy día, la verdad sea dicha, ese sentido figurado y metafórico resulta desconocido por la inmensa mayoría de los hablantes de lengua española.
Pero, posteriormente, al menos en la edición ilustrada en seis volúmenes (Espasa-Calpe, 1984) se vuelve a las andadas: “jesuita: Dícese del religioso de la Compañía de Jesús, fundada por San Ignacio de Loyola // com. fig. y fam. Hipócrita, taimado”.
Añadiré a este punto que algunos teólogos medievales -Ludolfo de Sajonia, por ejemplo- hacían un distinción entre cristiano y jesuita. Entendían por cristiano el hombre que en la tierra, por la gracia del bautismo, debía ser otro Cristo; y se hacía un nuevo Jesús en el cielo, un jesuita.

Vaticano 


En Roma, la palabra Vaticanus denotaba al dios que presidía las primeras palabras de los niños. Moraba en uno de los siete montes de la ciudad llamado Vaticanum. En él se enterraba a los pobres.
Etimológicamente, vaticano quiere decir “yo canto el hado, yo revelo el destino”. Del latín vates: hado, adivino, oráculo, y cano: yo canto.
Y la palabra vate, el anunciador del porvenir, quizá porque se expresara en verso, ha pasado a ser sinónimo de poeta.

Cardenal
Para los romanos, la palabra cardo/cardinis significaba el quicio de la puerta; y cardinalis era lo relativo a dicho quicio; y, por extensión pasó a significar lo fundamental. De ahí: los puntos cardinales, los números cardinales.
En el lenguaje eclesiástico, cardenal se aplica a cada uno de los prelados que componen en Sacro Colegio, quicio y fundamento de la Iglesia.
Por otra parte, son numerosos los dichos españoles que se refieren a lo fundamental del quicio: fuera de quicio: fuera del orden o estado regular; sacar de quicio una cosa: violentarla; sacar de quicio a uno: exasperarle, etc.

Palacio
La más alta de las siete colinas de Roma era el Palatino, llamada así porque estaba dedicada a la diosa Palas Atenea. César Augusto hizo construir en ella una mansión magnífica, a la que llamó Palatium, dada su situación. Desde entonces recibió el nombre de palacio todo edificio suntuoso de grandes dimensiones.

América
Dos teorías se disputan la etimología de la denominación de América. La más usual es aquella que la hace derivar del florentino Amerigo Vespucci. El tal Vespucci vino a España como ayudante de Berardi, rico comerciante al que se le encomendaron las naves para el segundo viaje de Colón. Berardi, que falleció antes de equipar totalmente la escuadra, dejó el encargo a su fiel Amerigo.
En 1497, Vespucci también él se embarcó rumbo a las Indias, en busca de gloria y riquezas. Tuvo suerte en su viaje y llegó a las costas de Honduras, Yucatán y La Florida. Tras realizar tres viajes más, le publicaron en Florencia, en 1505, sus cartas y anotaciones bajo el título “Lettera di Amerigo Vespucci delle isole nuovamente trovate in cuattro suoi viaggi”. Dos años después, el humanista Hylacomylus reimprimió en latín dichas cartas y apoyó la idea, que ya recorría Europa, de llamar América a este  Nuevo Mundo.
Según modernas investigaciones, una región de Nicaragua ya la llamaban América sus indígenas, por estar atravesada por la cordillera Americ. En Americ  nace el Río Grande, en cuyas arenas encontraron los descubridores abundantes pepitas de oro. Región tan fabulosamente rica llegó a dar su nombre a todo el Continente descubierto. Es muy probable que a los oídos de Hylacomylus ya hubiera llegado el nombre de América, y lo confundió como nombre derivado de persona, no como nombre propio de un lugar.
Por otra parte, son los apellidos y no los nombres -a menos que sean de reyes- los dan nombre a los territorios: por ejemplo, Colombia (y no Cristobalia). De haber puesto a las nuevas tierras el apellido del florentino, ahora se llamarían Vespucia o Vespuchia, no América. (Más aún, de Amerigo se derivaría Amerigia o Albericia, nunca América).


Dichos referentesa la Pascua
De Pascuas a Ramos. En español son numerosas las frases hechas que aluden al largo espacio existente entre dos hechos. De Pascuas a Ramos, como de uvas a peras, o de higos a brevas son locuciones que expresan gráficamente - estas dos últimas sobre todo para un mundo rural- que un hecho sucede muy de tarde en tarde.
Buenas son mangas después de Pascuas. Esta expresión casi en desuso, aunque todavía de oye en puntos de Castilla, Murcia y Andalucía, alude al hecho de que no porque llegue tarde un bien o regalo (las mangas) que se esperaba será mal recibido.
Más alegre que unas Pascuas. La expresión se refiere a la Pascua de Resurrección, la fiesta más importante del año cristiano. En La Gitanilla, Cervantes escribió: “Cogió de la hucha de la vieja treinta reales y más rica y más alegre que unas Pascuas de Flores…”  (Pascua florida, por celebrarse en primavera)
¡Y santas Pascuas! Expresión exclamativa que da a entender que hay que conformarse con lo que a uno le ha tocado, que el asunto no tiene vuelta de hoja, pues no parece razonable esperar que las cosas cambien. Expresión similar a san se acabó, o a si quieres como si no. Leandro Fernández de Moratín dejó escrito: Ahí he puesto los regalos / que le hago yo. Doña Clara / pondrá los que a mí me dé. /  Firma luego, y santas Pascuas.



Aurelio F. Labajo Pelló
Filólogo

 
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