miércoles, 16 de enero de 2013

En memoria del Dr. Lorenzo Plaza Montero

La situación del Dr. Plaza desde 1988, era la de Profesor de Investigación jubilado del CSIC, después de una brillante carrera investigadora en el campo de la Óptica, centrada en el Instituto de Óptica.

De aquí en adelante le llamaré Lorenzo, como corresponde a nuestra gran amistad, del orden de 50 años, y al elevado paralelismo en nuestros campos respectivos de la Óptica y de la Acústica, de tan distinto origen físico, y tan análogos y complementarios en cuanto a sentidos fundamentales de que disponen la inmensa mayoría de los seres vivos. No pocas amistosas discusiones mantuvimos sobre la preponderancia entre am­bos sentidos. Yo casi podría afirmar que llegamos a una cordial entente.
Nos conocimos bastante después de nuestras respectivas etapas de especialización en EE.UU. y me quiero referir a la suya como extraordinaria. En este punto conviene contar, en breve, los antecedentes.
Lorenzo era uno de cuatro hijos de una familia con justo acomodo. Su padre era funcionario de Correos, y en aquella época “dio” carrera a sus cuatro hijos. Es de resaltar el extraordinario mérito de Lorenzo que hizo Ciencias Físicas, en la Universidad de Barcelona, con Matrículas de Honor en todas las asignaturas me­nos un Sobresaliente, lo que suponía una fundamental ayuda familiar. Solicitó beca en el CSIC y como no es de extrañar el Dr. Otero Navascués, del Cuerpo de Armas Navales, eminente personalidad cien­tí­fica en el campo de la Óptica, lo captó, le resolvió el tema del servicio militar, y lo incorporó al Instituto de Óptica en su grupo de investigación en Óptica fisiológica, conocido mundialmente en particular por el interesante descubrimiento de la miopía nocturna.
Tras unos primeros años de colaboración, lo envió al National Bureau of Standars de Washington, de adjunto al Dr. D. B. Judd, destacada figura mundial en Color. Allí pasó cerca de dos años en una experiencia fundamental. Un hecho destacable durante la especialización de Lorenzo, fue la coincidencia de su estancia, con un importante problema técnico y económico de la época en EE.UU.: la llegada de la T.V. en color. El Dr. Judd confió en Lorenzo para encontrar un método objetivo de calificar ” la fidelidad de la reproducción del color por los Sistemas CBS y RCA”. Resuelto el problema,  el método, que consistiría la Tesis de doctorado en Físicas en España, tuvo que esperar a la conclusión  del proceso americano.
De vuelta y con su especialización en Color contribuyó al desarrollo en Óptica Fisiológica y consolidación de nuevos campos, en particular el de Iluminación, del que fue presidente de la Comisión Internacional. Fun­dó la revista ÓPTICA PURA y APLICADA, en la que por cierto en su número 39 de 2006, aparece una interesante revisión histórica de la Investigación en Óptica Fi­siológica en España.
Y paso a referirme a la etapa de jubilado, que como casi todo lo de Lorenzo no dejaba de tener originalidad. Ante la sorpresa de no pocos, aparca su campo de especialización de toda su brillante carrera profesional y se dedica a una actividad científica en un interesante y poco desarrollado campo en España, como en muchos otros países:  la Parasicología. Entra en el grupo de trabajo del Padre Pilón, s.j. que incluye desde un “Mago” hasta “Videntes”, y otras personas de características psicológicas  especiales. El propio Padre Pilón tenía unas capacidades, para mí, en principio desconocidas. Lorenzo, re­sultó, también, tener cierto “poder mental”. Un día que pasábamos por delante del Cine Morasol, en una plaza en la que se ensancha la calle Pradillo, me dijo: -¿Ves esa lámpara que se apaga y se enciende?, la voy a dejar encendida. Le dirigió una mirada intensa, ¡y se quedó encendida!
Las corrientes subterráneas de agua, cuyos iones suponen un transporte de cargas eléctricas y por tanto la creación a su alrededor de un campo magnético, contribuyen también a las variaciones del campo magnético terrestre, y fundamento de la “varita” de los zahoríes.

Pues bien, Lorenzo ideó un simple detector manual de variación del  campo magnético terrestre, en base a un alambre de cobre al que daba una forma de lóbulo, cuyos extremos en forma de puntas opuestas, y colocados entre sus dedos pulgar e  índice permitían su giro horizontal. Entre ambas puntas Lorenzo “generaba” una microcorriente eléctrica en el lóbulo, que al andar y encontrar una variación del campo magnético terrestre, giraba por interacción de ambos campos. Esto le permitía localizar los cruces de Hartman, y así mismo las corrientes de agua. Los amigos le reclamábamos que nos localizase los dichosos cruces de Hartman. En mi casa, descubrió, que precisamente, en el sitio habitual en que durante años se sentaba mi mujer en la camilla, no solo había un cruce de Hartman sino un paso de agua subterránea. Naturalmente hicimos los cambios oportunos.
Los últimos dos años de su vida, y a consecuencia de una rotura de cadera, los pasó Lorenzo en una residencia, excelentemente cuidado y con las atenciones de la familia, en particular de su hermana Ana. De allí tengo sus últimos recuerdos. La residencia está próxima a mi casa, y le visitaba prácticamente todos los sábados, llevándole siempre algún dulce, y comentando actualidades y tiempos pasados.
En pleno veraneo, me sorprendió la llamada de su hermana con la noticia del fallecimiento. No me lo esperaba, aunque últimamente había sufrido una segunda rotura de cadera. Se iba un fraternal querido y admirado amigo, modelo de científico de honradez y de persona cabal. Adiós, querido Lorenzo, descansa en paz y hasta siempre.

                                                                                                                                   Andrés Lara Sáenz
                                                                                                                                             Dr. Ing. ICAI,
                                                                                                                             Profesor de Investigación
                                                                                                                                      Jubilado del CSIC.                                                                                                                                     Director Emérito del
                                                                                                                                   Instituto de Acústica.

 
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