Mingalabar ¡Buenos días! Es el saludo birmano, desde el corazón, con las manos juntas y la inclinación de cabeza. Mingalabar.
Myanmar, Birmania, activa y fuerte, es un país de pagodas, estupas, monasterios, templos, que siempre se visitan con los pies descalzos, imprescindible para poder entrar.
Birmania, tierra de oro, concuerda con el título de la obra de Norman Lewis, Tierra dorada, y yo acaricio este suelo frondoso con espléndidos ríos y cielo azul que nos ha permitido contemplar la vida desde ángulos diferentes con autenticidad y serenidad. La sonrisa de sus gentes es abierta y sincera, imagino que los Nats, los Espíritus, la ponen en sus labios para dulcificar el rostro y facilitar la comunicación. Son amables, no serviles.
Después del crepúsculo los gusanos de luz piensan: nosotros hemos iluminado el mundo. Proverbio sánscrito.
Los birmanos, como indico, son gente amistosa que viven al margen del mundo por los gobiernos militares y las dictaduras por eso hay movimientos revolucionarios que luchan por la libertad y traen de cabeza a los gobernantes. Birmania anclada en el pasado, aislada, sigue siendo auténtica. La revolución Azafrán de 2007 encabezada por monjes budistas no logró la caída del régimen. Los yakin, son el 10% de la población, mantienen guerrillas separatistas en la frontera con Tailandia.
El 90% de la población es budista pero está reconocida la libertad de culto. El budismo, para mi, es un código moral, una filosofía. Arranca del siglo VI antes de Cristo. El príncipe Sidarta Gautama Buda de Nepal alcanzó la iluminación mediante la renuncia de lo material y de los deseos. Como escribe Hermann Hesse en su novela Sidarta llegó a la perfección porque sabía ayunar, sabía reflexionar y sabía esperar. Y la perfección es el estado de Nirvana.
Atención, si alguien te dice que estás gordo es un cumplido, gordura es sinónimo de prosperidad. Allí todo sirve para sobrevivir. Un problema actual es la deforestación pues es pan para hoy y hambre para mañana. La economía es fundamentalmente agraria. El longyi es el traje nacional, un pareo anudado en la cintura, la blusa con cuello estilo Mao y chanclas. El elefante es el animal nacional. Me traje una marioneta que es un elefante articulado de guiñol. La artesanía es estupenda, para mi es un valor nacional.
Consiguieron la independencia de los británicos en 1948, el héroe mediador fue el Señor Suu, el padre de la Premio Nóbel, 1991, Aung San Suu que tras muchas vicisitudes lidera la Liga Nacional por la Democracia y oí en la televisión que se presenta a las próximas elecciones. Esperemos que no se repita lo de la vez anterior, ganó pero no le dejaron ejercer, antes la tenían confinada en su casa. En la Edad Media este estado se llamaba Myanmar, hoy ha recuperado ese nombre pues Birmania es cosa de los ingleses.
A veces lloro mientras camino cuando otros ríen y no tienen pies.
YANGON está en el delta del río Irrawady es la antigua Rangún. El primer contacto con Myanmar en Yangon fue la visita a la pagoda Chauk Htat Gyi del Buda reclinado de 65 metros de largo con toda la información espiritual en las plantas de sus pies.
Pero la pagoda Shwedagon con las cuatro reliquias de cuatro Budas, donde ofrecimos flores, es espectacular. En su origen es anterior a 500 años antes de Cristo aunque ha tenido que ser reconstruida. Vimos una escena especial de voluntarias, cada una con dos escobas, preparada para barrer el suelo en una ofrenda de equipo. El conjunto es grandioso, rompe nuestros esquemas y es el meollo de Birmania. A la caída de la tarde, iluminada, nos ofreció toda su magia. Y me cautivó al entrar y al salir el árbol gigantesco, el Ficus sagrado.
El paseo por el mercado nocturno nos dio idea de la vida real de la ciudad, olores, colores y supongo que sabores.
Volvimos a Yangon el último día, recorrimos el mercado Bogyoke para las últimas compras y gastamos los kyats que nos quedaban. Paseamos por las calles de la ciudad con sus edificios coloniales, la pagoda Sule, la última puesta de sol en el puerto y el recorrido por la pagoda Bota Htaung con el hechizo de las luces nocturnas sobre el dorado que conjuga estupa y templo.
¿Tú tienes algo que dar? – Sé reflexionar, sé esperar, sé ayunar. -¿Es todo?
Y respondió: -Sí, creo que es todo Sidarta
Hermann Hesse.
BAGAN es por excelencia la zona de las pagodas, en torno a 2500, las más interesantes son las de los siglos XII y XIII. Las estupas en forma de campana coronada guardan en algunos casos reliquias. Tanto la arquitectura como la escultura son fundamentalmente arte religioso.
Con frecuencia tenemos que subir, siempre descalzos, un buen número de escalones para llegar a la terraza del templo o de la pagoda, con ello asumo que la elevación es un símbolo de altura espiritual. Me impacta el sentido de superación que plantean los birmanos en sus actividades a fin de acercarse a Buda. Cuentan con la protección de los Nats, o Espíritus, 37 héroes mitológicos que guardan los templos y las viviendas. Antes sus leyendas se contaban en teatrillos callejeros, Pwé, hoy nos los ofrecen en los centros turísticos, en los restaurantes.
Yo también identifico Bagan con el vuelo en globo aerostático, el día 13 al amanecer, sobre estas innumerables pagodas. Viví una aventura genial que ya sólo ella merecía el trasladarse hasta allí. El paisaje es único (Patrimonio de la Humanidad) donde la vista se pierde entre pagodas rojizas con cinco globos surcando el cielo mientras nace el sol. Recordé a los hermanos Montgolfier de Annonay. Cuando terminó el vuelo se sella el descenso con la entrega de un diploma que acredita la hazaña endulzada con frutas, pastas y un brindis con champagne: prosit!
Por la tarde disfrutamos de la puesta de sol desde lo alto del templo Pya That Gyi.
La pagoda Dorada, Shwezigon del siglo XI es armonía y mereció el recorrido con los pies descalzos. En el templo Htilomilo saboreamos las pinturas de estuco, disfrutamos del grupo de pagodas Khay Min Ga, y del monasterio Nat Htauk Kyanung de madera de teca.
La vista panorámica la apreciamos desde el templo Tayoke Pyay y entre frondosos árboles gozamos del templo Nagayone realizado con la biga de madera de teca tan apreciada y en el templo Apeyadanar del siglo XI valoramos las pinturas murales restauradas.
La vida real, actual, la paseamos en el mercado Nyaung y en el pueblo Min Nanthy y al otro lado del río en lo alto de Saelon. Al regresar la barca se golpeó en una prominencia del fondo y gracias a la pericia del barquero no volcamos.
Esta zona tiene varios lugares importantes, entre otros el Viejo y el Nuevo Bagan, el Museo de Arqueología y las dependencias equivalentes a Bellas Artes. También apreciamos el proceso del lacado.
No quiero olvidar, ya de noche, el paseo por la calle de los mochileros y la visita al Museo con la exposición y venta de cremas, especialmente la tanaka de la corteza del linoria acidissima que protege del sol y tiene poderes curativos.
A la salida de Bagan fuimos al Campo de las Palmeras donde vimos cómo obtenían azúcar de palma, hervían el azúcar, la destilaban, trepaban por los árboles para cortar los cocos, todo un trabajo manual en cadena.
El hombre que tiene fe ha de estar preparado no sólo a ser mártir sino a ser loco.
Chesterton.
Camino de Mandalay subimos al monte Popa Grande para apreciar en la distancia el Popa Pequeño donde está el monasterio Taing Kalat, el pedestal de la colina como tapón del volcán. No tuvimos que subir los 777 peldaños ni pudimos celebrar la fiesta de la luna llena Nayon de mayo-junio ni la de Nadaw de noviembre-diciembre, pero disfrutamos de la magnífica panorámica de la Montaña Sagrada, 1519 metros, sin preocuparnos de los caprichosos monos ni de si íbamos vestidos de negro o de rojo que incomoda a los 37 Espíritus que custodian la entrada al ascenso de la colina. Es otra de las estampas que merece por sí sola el viaje.
Sidarta creo que no has seguido a maestro alguno pero ¿no has hallado una doctrina, algunas ideas, ciertos conocimientos que te pertenezcan y con arreglo a ellos orientas tu vida? Escucha Govinda: la sabiduría no se transmite. Sidarta.
Hermann Hesse
MANDALAY es el corazón de Birmania. Allí, camino del embarcadero, coincidimos con una larga comitiva que celebraba la ceremonia de novicios camino del templo, todo el mundo iba vestido de gala, fue una alegría coincidir y un regalo cromático para los ojos. Disfrutamos en el barco del río Ayeyarwady hasta llegar a Mingun, lugar de sonrisas, de coches de caballo, de camionetas que llaman taxis azules.
Desde el río descubrimos la pagoda blanca, Mya Tein Dan con sus siete terrazas donde subimos pero ya en la isla lo primero que vimos fue la Pagoda Inacabada, el montón de ladrillos rojos y a continuación la pagoda Molm y la campana de 90 toneladas que hice sonar con el mazo tres veces según el ritual.
Las lugareñas no nos dejaron ni a sol ni a sombra, mi acompañante era Momo igual que la protagonista de la obra del mismo nombre de Michael Ende. Al final les compramos pulseras, colgantes, recuerdos y compartimos un té verde.
Comprobamos en la ciudad el trabajo duro en el taller de pan de oro.
Nos paseamos por las dependencias del Palacio Real y después nos trasladamos a Shwe Nan Daw Kyaung donde se conserva el auténtico dormitorio del Rey Mindon.
Delante, atravesando la calle, hay una universidad para estudiar palí y sánscrito entre otras materias. Entre tantas pagodas la Kuthodaw reúne algo distinto, 729 losas grabadas de mármol con el código budista, se considera que es el libro más grande del mundo. Pero la favorita de los lugareños es la Mahamun del siglo XVIII, también llamada Arakan por ser el lugar de donde trajeron el Buda que crece a base de ponerle pan de oro. Exploramos las dependencias con las estatuas de bronce, los tres leones, el elefante multicéfalo y el enorme gong. También pasamos por el barrio de los marmolistas antes de visitar el taller de bordados donde fotografié un tigre fantástico, es mi animal, soy tigre, nací en lunes y tengo ascendiente lunar.
En Amarapura, a 11 kilómetros al sur de Mandalay estuvimos en el Monasterio Mahagandayon, de los 1200 monjes, presenciando la ceremonia de ir en procesión con su cuenco hacia el comedor, es una doble fila interminable. Me resultó un acto complejo que seguramente los turistas hemos convertido en un espectáculo si bien he de reconocer la dignidad de los monjes. También estuvimos en un taller donde tejen seda, todo manual, pura artesanía.
La plenitud fue pasear por el puente U Bein con sus 1060 pilares de madera de teca con más de un kilómetro de longitud y el acierto fue alquilar una barca para tres personas por cuatro mil kyats y navegar por el lago Taungthaman hasta que el sol se ocultó. Las fotos me ayudarán a recordarlo siempre.
Otra puesta de sol memorable fue desde la colina Mandalay. Cada día vimos la puesta de sol en diversos y magníficos marcos, es posible que sea la colección especial de atardeceres.
Camino de Ava, la ciudad de las gemas, desde el carrito de caballo, horsecar, vimos la Torre Vigía y estuvimos en el monasterio Maha Aung Mye Bon San del siglo XIX entre palmeras y en el monasterio Bagayar de 1834 con las 267 columnas de madera de teca y los espléndidos trabajos tallados en ella.
En Sagaing, que fue capital del reino Shan, subimos al santuario de las 45 figuras de Buda y con un sol radiante contemplamos desde lo alto el paisaje a nuestros pies con el río Ayeyarwady.
Para conocer a la gente hay que ir a su casa.
Goethe
Y desde el aeropuerto de Heho en autobús nos fuimos a la cueva dorada de Pindaya, Shwe U Min rebosante de Budas entre estalactitas y estalagmitas. Es un lugar de devoción para los peregrinos y para nosotros una respetuosa visita turística. Cuenta con su leyenda: la enorme araña que tejió su tela y tapó la salida a las princesas que habían pasado allí la noche.
El placer que acompaña al trabajo pone en olvido la fatiga.
Horacio
Me interesó mucho ver el proceso de elaboración de las sombrillas, primero machacar la corteza de la morera y mezclarlo con pétalos de flores para luego preparar el armazón y montarlo una vez que la pasta-tela está seca. Laborioso. Allí es como si hubieran llegado los Reyes Magos. Siempre que visitamos un taller compruebo que sus artesanos se sienten satisfechos con la labor que realizan mostrándola a los viajeros. Una vez más vivimos el puro arte tradicional en manos birmanas.
Los hombres temen a los mismos dioses que han inventado.
Lucano
En estas tierras las carreteras dejan mucho que desear pero en el LAGO INLE nos movíamos en canoas con motor de unos 9 metros de largo de longitud a buena velocidad, volábamos sobre el agua.
Fuimos a ver los souvenirs en el mercado flotante, por cierto todo era más caro que en lugares anteriores, saludamos a las mujeres jirafa, me fotografié con ellas, que ya son pura exposición para los turistas. Nos paseamos entre las pagodas en ruinas, Shwe In Dein, están reparando algunas y creo que pierden su sello, algunas de las fotos que hice son originales. Me encanta que quede constancia.
Pudimos saludar varias veces a Caragüey, el pájaro que señala donde se hundió una nave que paseaba cinco Budas, ahora deformados y venerados en el santuario Phuang Daw Oo. Resultó curioso el monasterio Nga Phe Chiang o de los gatos saltarines.
Nos alojamos en el Hotel Pristine Lotus cuyas estancias son entre apartamento y chalet con mosquiteras en torno a las camas en un marco de naturaleza estupendo.
En el lago para fijar las franjas de plantas de cultivo las clavan con cañas de bambú. Los pescadores utilizan redes cónicas y mueven la barca a base de remar con la pierna cogida al remo, no lo había visto nunca antes. El tipo de viviendas es el palafito. En uno de ellos, hotel Paramount nos ofrecieron una comida española con tortilla de patata incluida. En el lago había muchos jacintos de agua pero no era el momento de los lotos propios de la época de lluvias. Estuvimos en un taller artesano de extracción de hilos de tallos de loto para elaborar seda y algodón Lotus, seguimos el proceso y luego estuvimos en la tienda.
Una vez más visitamos un pueblo: Kay Lar. Estos territorios son zona Shan. Parte de la población pertenece a la etnia inthya. Cuando la neblina cubre el lago cobra un aspecto irreal un tanto mágico. Es el momento de la ensoñación. No he hecho referencia a los búfalos o cebúes muy importantes para esas gentes como las barcas imprescindibles para moverse y para pescar.
Al ver estos parajes pienso en la obra El afinador de pianos, en Edgar Drake, en el comandante médico Anthony Carroll, en la belleza de las mujeres, en el Than Blat o espejismos, fantasmas de luz y agua que describe Daniel Mason.
Desenlace birmano, adiós al paraíso escondido. He elegido el título Las Once Ninfas porque estábamos muchas veces en el agua, en barcas, claro, entre el río Ayeyardawy, el Irrawady y el lago Inle y el Patriarca por el varón, nuestro guardián.
Sería estupendo que supiéramos manejar sus marionetas Yokthe pwé y conociéramos sus leyendas. Solución: volver a Myanmar y pedirle a Nunu, nuestra guía, que nos enseñe. Seguro que aprendemos, lo que no creo que lleguemos a saber es birmano, queda para el limbo de las ilusiones. Aunque la esperanza es lo último que se pierde y a mi me gustaría leer en directo el Yama Thagyin, interpretación del Ramayana hecha por el poeta U Aung Pyo a finales del siglo XVIII.
Ni amar ni odiar, esta regla encierra la mitad de toda la sabiduría.
Schopenhauer
El colofón fue en Tailandia, en Bangkok, el anterior reino de Siam. Bangkok significa Aldea de la ciruela silvestre y también de Los Ángeles. Está a orillas del río Chao Phraya con muchos canales. La visita a la ciudad fue rápida pero vimos lo importante, el Palacio Real que asemeja un domicilio divino para los dioses reencarnados. Todo tiene mucho colorido con espejos troceados que multiplican la luz y el color. Los espíritus guardianes a mí me parecen monstruos.
El culto al Rey Rama IX de la dinastía Chakri es casi divino, impera la devoción por lo grandioso, la megalomanía. Reina desde 1946, fue coronado en 1950, año en el que se casó con Sirikit, le gusta la pintura, la literatura y la música. Actualmente está hospitalizado en unas habitaciones preparadas para que siga realizando sus funciones regias.
Las grandes avenidas dan claridad a la ciudad y conducen a los puntos importantes. Pondero el monumento a la Democracia por lo que representa.
El Gran palacio fue construido en tiempos del Rey Rama I, 1782. Hay que resaltar el templo del Buda Esmeralda muy venerado por toda la nación, lo trajeron de Laos.
Desde lejos se ven las cuatro torres de las pagodas verde, blanca, amarilla y azul.
Rama III construyó el templo Wat Pho con el inmenso Buda reclinado y las esculturas de los elefantes blancos y míticos. Me interesó el Salón de la Escritura y los grabados médicos de la pared con lecciones de anatomía tailandesa tradicional y la galería con las escenas del Mahabharata.
Admiré la Phra Siratana Chedi y el entorno. Son tantas las estancias que me saturaron y deseé hacerme una foto con el soldado de guardia, y la hice. Me traje fotografiada un trozo de muralla almenada blanca y también la bandera y por supuesto a Marco Polo y otras esculturas pétreas que según comentaron las traían en los barcos de China para hacer contrapeso.
Comprobé el culto a la vida y a la muerte y al negocio.
El Wat Benchambophit de Rama V tiene un encanto especial al combinar los tonos rojos y dorados con el blanco mármol y las agujas curvas en los remates. Supongo que los abundantes templos sellan el sentido de lo trascendente. Por la noche no faltó un paseo por un mercado en pleno apogeo.
Y llegó la hora de ir al aeropuerto para regresar a Madrid tras un largo vuelo. Feliz y precioso viaje. Magnífica compañía. Perfecto. Kob-Koon, gracias. Para la despedida una máxima que puede parecer de Buda pero es de San Francisco de Sales:
Para que no sea sensible la pérdida de las cosas del mundo conviene no desear con ansia lo que no tenemos, ni amar con exceso lo que poseemos.
Nieves Fenoy Gil
Lic. en Filología Románica