Entramos en el Museo Thyseen-Bornemisza y al llegar a la exposición temporal de Berthe Morisot, lo primero que vemos es una fotografía de gran formato de esta pintora. Aparece una Berthe Morisot muy joven, pero mirando a la cámara con determinación. Seguramente defendió su vocación con la misma firmeza.
Porque esta mujer, de familia burguesa y convencional, y educada en el gusto por las artes y la música, decidió hacer una carrera artística como cualquier hombre, en una época, el siglo XIX, en la que el talento artístico femenino se quedaba en casa.
La muestra se ha organizado siguiendo un recorrido temático y cronológico en paralelo a la trayectoria vital de la artista.
La primera sala, titulada “En el Louvre”, ilustra cómo Berthe tuvo que empezar a formarse artísticamente copiando. Y es que estuvo como copista, con su hermana Edma, en el museo del Louvre, porque la Academia de Bellas Artes estaba cerrada a las mujeres.
Con 20 años las hermanas Morisot conocieron a Camille Corot, el incontestable paisajista de la Escuela de Barbizon. Dejaron las salas del museo y salieron a pintar al aire libre con él. El viejo Corot se convirtió en un profesor informal, y les enseñó su modo luminoso de reflejar la naturaleza sobre el lienzo, un aprendizaje que Berthe nunca olvidaría. Tras pasar el verano de 1861 junto a “papá Corot”, continuarían pintando paisajes bajo la tutela de un discípulo suyo, Achille Oudinot, que las admitió como sus alumnas y fue quien introdujo a Berthe en los círculos artísticos.
Este período está magníficamente representado por las 9 telas colgadas en la segunda sala, titulada “Corot y la pintura al aire libre”. Resulta muy didáctico apreciar en un mismo espacio, la similitud de estilo entre las 7 obras de Morisot, y “El Parque de los leones en Port-Marly, y “Venecia, el Gran Canal”, obras de Corot y Eugène Boudin, respectivamente, ambos artistas de la Escuela de Barbizon.
Gracias a Fantin Latour las hermanas Morisot conocieron a Édouard Manet, para el que Berthe se convirtió en una modelo destacada de varias de sus obras, entre ellas “El balcón”, basada en “Las majas en el balcón” de Goya.
Es aquí, en el entorno de Manet, donde Berthe se encuentra de verdad como pintora. La tercera sala, titulada “Manet y el retrato íntimo”, ilustra esta época con 6 obras de Morisot y “Amazona de frente” de Manet.
Manet respetaba mucho como artista a Berthe, y hay quien dice que estaba muy atraído por ella. No se sabe si fue solo una relación de colegas o hubo algo más, pero Morisot terminó casándose con el hermano de Manet, Eugene Manet, que era un artista aficionado y fue el gran protector y promotor de su mujer.
Morisot se unió al grupo de impresionistas y fue una más. En realidad fue la primera mujer impresionista. Su vida se desarrolló junto a artistas tan trascendentales como Degas, Renoir, Sisley y Pissarro, diferenciándose a veces de sus colegas en los temas que elegía.
La cuarta sala, “Pintar la vida, vivir la pintura”, muestra “En la sombrerería”, de Degas .y 9 obras de Morisot, con temática centrada en la pintura de interiores, esos interiores domésticos que abordaron por primera vez los pintores holandeses y que los impresionistas volvieron a recuperar.
En esta sala nos sentimos espectadores de un mundo íntimo, en el que encontramos mujeres con sus vestidos informales, mujeres en el espejo, en el balcón, con un gato, o un violín. Parece como si, a través de la figura femenina, quisiera hacer una reflexión sobre su condición de mujer y artista. Paul Valéry decía que “su pintura era una especie de diario expresado en colores”.
Encabeza la sala “El espejo psiqué”, de la Colección Permanente del Museo, obra presentada en la Tercera Exposición Impresionista de 1877. Este óleo se encuentra, precisamente, en el origen de la exposición.
Está ejecutado con una delicada factura de suaves pinceladas, y muestra a una joven vistiéndose pausadamente frente a un espejo de estilo Imperio, espejo que perteneció a la pintora y que ahora se encuentra, entre otros objetos personales, en la colección del Musée Marmottan. La artista estuvo preocupada de manera especial por el estudio de la luminosidad y el color, compartiendo el interés de los demás impresionistas por los reflejos de la luz.
Tras la muerte de su marido Eugène, Berthe se traslada a un apartamento cerca del Bois de Boulogne, que se convirtió en uno de sus lugares preferidos para buscar motivos sobre los que pintar. El gran parque fue para ella como una prolongación de su hogar, y la estrecha relación entre su pintura y su vida se refleja de nuevo en 8 cuadros recogidos en la quinta sala, “Parques y jardines”, junto a “Mujer con sombrilla en el jardín” de Pierre Auguste Renoir, y “La casa entre las rosas” de Claude Monet, obras que conviven, todas ellas, en un deliciosa armonía.
En estas 40 obras hemos vivido el carácter independiente y con cierto punto de rebeldía de esta pintora, pero también el papel de la mujer en la Francia de finales del siglo XIX. Porque Morisot no sólo fue una gran creadora sino también una mujer burguesa, urbana e interesada por la moda y la activa vida cultural de la época, que se relacionó con intelectuales y artistas como Manet, Renoir, Monet, Pissarro, Degas o Mallarmé. La representación del universo de los sentimientos femeninos fue un asunto tan permanente en la obra de Morisot, que su amigo el poeta francés Paul Valéry también decía de ella que “vivía su pintura y pintaba su vida”.
María Almansa Bautista
Lda. en Ciencias Químicas