Azulejo existente en el Palacio Nacional de Bussaco |
Cuando el imperio romano empezaba a resquebrajarse el godo Alarico, en el año 410, se plantaba, con su ejército, a las puertas de Roma; ésta, indefensa, ofreció al enemigo, por retirarse, un tributo de 1.500 kilogramos de pimienta, 2.500 de oro y 10.000 de plata, además de prendas de seda y otras materias valiosas (Norwich). Ello demostraba el alto valor e interés por las especias desde la más remota antigüedad.
Monumento a los Descubrimientos. Lisboa |
Durante siglos, desde antes de las Cruzadas, la república de Venecia monopolizó el tráfico de especias gracias a las terminales de las caravanas africanas y asiáticas. Los mismos cruzados canjeaban sus prisioneros y esclavos por especias. Las especias provenían principalmente de la costa de Malabar y Sumatra, la pimienta; de Ceilán, la canela; de las islas de la Banda, la nuez moscada; de las Molucas, el clavo de olor, etc., y llegaban al Mediterráneo oriental (Trapisonda, Constantinopla, Alejandría). Al principio transportadas a través de la ruta asiática abierta por Marco Polo y el español Benjamín de Tudela, luego por la cuenca del océano Índico y Egipto. Portugal terminó su reconquista dos siglos antes que España, a partir de entonces, se dedicó a la importación de especias en disputa con Venecia. Portugal consiguió una ruta terrestre abierta por el portugués Covilha y más tarde, marítima, directamente, bordeando el cabo de Buena Esperanza, gracias a los viajes de Diogo Cam (1485), Bartolomeu Días (1487), etc., a la India. Los esclavos seguían llegando de África, Asia y el Mediterráneo europeo, donde los piratas, berberiscos y turcos, hacían prisioneros, entre ellos al siempre recordado Miguel de Cervantes.
La corona portuguesa espoleada por el infante don Enrique, el Navegante y su escuela de Sagres, consigue desplazar, en el comercio de los esclavos, oro y especias a la tradicional Venecia, ayudada por Génova y Florencia, eternos enemigos de dicha república, pero tendrán que chocar con España, por este motivo, incluyendo combates marítimos en el golfo de Guinea. En 1479, el ejército de los Reyes Católicos derrota a los portugueses en Albuera y por la paz de Alcáçovas Alfonso V y La Beltraneja, entre otras cláusulas, renuncian al trono de Castilla, reconocen la propiedad española de las Canarias, pero se acepta el monopolio portugués sobre la ruta africana de las Indias.
A España tan sólo le quedaba adentrarse por el terrorífico Mar Océano o Mar Tenebroso (el Atlántico) para encontrar un hipotético camino hacia la India, China, Japón y las deseadas islas de las especias. Ese océano con oleaje tremendo, muy superior al del Mediterráneo, con grandes tormentas, estaba plagado de supersticiones, donde gigantescos monstruos marinos agresivos defendían aquel Mar Tenebroso destrozando los barcos. Existían islas que desaparecían como la Atlántida o que reaparecían de vez en cuando como la de San Brandan o la Antilla, pobladas de razas monstruosas de pigmeos, hombres cíclopes, cinocéfalos (con cabeza de perro), etc. Además aunque el antiguo astrónomo griego Ptolomeo (100-170) afirmó que la tierra era esférica y los científicos eran ptoloméicos y sólo diferían en el tamaño de la esfera terráquea y sobre el tiempo de navegación entre España y China, todavía prevalecían entre el pueblo llano y la marinería las creencias populares de que era plana, sostenida por cuatro columnas y cuatro elefantes. Si una embarcación se salía del mar, caería en el vacío. “Veré las inmortales columnas, / do la Tierra está fundada” (Fray Luis de León). La proeza de los embarcados en Palos de Moguer, fue incomparablemente superior a la de los teledirigidos astronautas desde cabo Cañaveral, con numerosos equipos de ayudantes y ordenadores. Lo primero que notificó Colón, a su regreso, es no haber encontrado los susodichos monstruos.
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Cristóbal Colón (1451-1506), es quien se atrevió a romper todas las leyendas, en busca de oro, pimienta, almizcle, alcanfor, sedas de China, perlas del Japón y esclavos que compensaran tan arduos riesgos y sacrificios, de tan costosas expediciones. Colón siempre creyó haber llegado a las Indias, China (Catay) y Japón (Cipango). Colón estaba equivocado, pero triunfó: el globo terráqueo no era tan pequeño como él pensaba. Los científicos españoles, que le rebatieron, finalmente acertaron: la esfera era mucho más grande y si América no hubiera aparecido, para su salvación, quizá el viaje hasta Japón y la India hubiera sido imposible, por lo prolongado. La Junta de Expertos Cosmógrafos desautorizó el viaje. A pesar del resultado negativo, los Reyes Católicos no renunciaron al proyecto, sólo lo condicionan a la terminación de la conquista de Granada y siguen costeando los gastos de Cristóbal Colón. Por aquella época Bartolomeu Dias dobla el cabo de las Tormentas (Juan II cambió al nombre de Buena Esperanza) y ya no interesa el proyecto de Colón. Finalmente consigue el apoyo del Duque de Medinaceli que decide costear el proyecto de Colón y se lo comunica a Isabel I (1489) y ésta se anima y le responde “tal empresa como aquella no era sino para reyes”. Colón recibe la orden de presentarse ante la Reina, firmada por los Reyes Católicos en Córdoba el 12 de mayo de 1489. En la entrevista se sigue posponiendo a la toma de Granada. Colón se desespera y decide salir nuevamente de España. Se va a despedir de sus amigos de La Rábida en 1491. Allí mantiene conversaciones con los franciscanos Antonio Marchena y Juan Pérez, más el médico onubense García Hernández, experto en Astronomía. “Fablaron todos tres sobre el dicho caso. E que de aquí eligieron luego un hombre para que llevase una carta a la reyna donna Ysabel, del dicho Fray Juan Peres, que era su confesor” (Antonio Ballesteros). Esto fue lo definitivo, la nueva llamada de la reina a Colón que se presenta ante ella en diciembre de 1491. A renglón seguido se rinde Granada y se firman las famosas Capitulaciones de Santa Fé, en abril de 1492. Entre sus cinco cláusulas, destacan la obtención para Colón del título de Almirante del Mar Océano, Virrey y Gobernador General de las tierras a descubrir; percibir la décima parte de las ganancias limpias, descontando los gastos, del oro, plata, piedras preciosas, “specias e otras cualquier cosas e mercandurias, de cualquier especie” y obtener la octava parte de los beneficios que consiguieran, después de él, cualquier otro descubridor que surgiera en las nuevas tierras. Partió de Palos de la Frontera el 3 de agosto de 1492, hacia el peligro y la gloria.
Colón descubrió y dio nombre a numerosas islas, por orden de categoría del personaje recordado, la primera San Salvador (Guanahaní, Isla Iguana, hoy Warlings Island), donde llegó el 12 de octubre de 1492. Para conmemorar dicho evento el Presidente de Argentina, Hipólito Irigoyen, en 1917, propuso a todas las naciones de nuestra estirpe la fiesta del Día de la Raza, aprobada por ley en España desde 1918. El sacerdote, Zacarías de Vizcarra, residente en Buenos Aires, en 1920, propuso el cambio a Día de la Hispanidad, con el que finalmente se viene celebrando en el mundo hispanoamericano y en Norteamérica con el nombre de Columbus Day. Los ignorantes progres de turno creyendo que era cosa ¡de Franco!, suprimieron toda mención a la Hispanidad.
Colón alcanzó nueva tierra en Santa María de la Concepción (Cayo Rum), la tercera Fernandina (Long Island), luego se demostró era muy pequeña, lo que desmerecía al rey Fernando por lo cual se dio ese nombre a Cuba), la cuarta Isabela (Crooked), la quinta Juana, por el infante Juan luego fallecido (Cuba), etc. Primeros asombros, la desnudez de hombres y mujeres, “las mujeres casadas traían bragas de algodón, las mozas no”. Primeros hallazgos, hamacas, canoas, tabaco e iguanas; “bestias en tierra no vide, salvo papagayos y lagartos”. Primeras intenciones, “creo que se harían cristianos”. Próximos descubrimientos, “partir para otra isla grande que creo debe ser Cipango, a la cual ellos llaman Colba [Cuba] y desta isla hay otra que llaman Bohío [La Española] que también dicen es muy grande”.
A su regreso, cuando está a punto de desembarcar, envía una carta al rey Fernando, El Católico: “Fecha en la mar de España, a quatro días de marzo de mille y cuatrocientos y noventa y tres años”. Tras el primer viaje de Cristóbal Colón y la traída de indígenas a España, los Reyes Católicos crearon una Junta de Teólogos, para determinar si se les podía considerar a dichos indígenas como esclavos. La junta determinó eran libres e Isabel I, La Católica, encarga encarecidamente, en su testamento, a su esposo Fernando y a su hija Juana, que protejan a los indios.
Monumento a Colón en Barcelona |
El segundo viaje (sale el 25-9-1493), sería el del alborozo y la explosión colonizadora. “Los bienaventurados Reyes don Fernando e doña Isabel, deseando que las ánimas destos indios fuesen para Dios, mandaron que el almirante don Cristóbal Colón volviese a esta isla de Haití o Española con una muy buena armada [¡17 naves y 1500 hombres!] en que vinieron algunos caballeros e hidalgos de su casa real e otros nobles”. (Fernández de Oviedo). Los nombres de las islas descubiertas fueron más prosaicos: Deseada (por ser la primera vista), Marigalante (por el nombre de la nao capitana, luego Santa María), Guadalupe, las Once Mil Vírgenes, San Juan (Borinquen o Puerto Rico), etc.; pobladas por indios caribes antropófagos, de flechas envenenadas. En este viaje tropieza Colón, por primera vez, con los caníbales y libera indias cautivas que no dudan en “entregarse a gente desconocida y tan diferente de su nación que permanecer con tales indios que manifiestamente eran crueles y se habían comido a los hijos de aquellas e a sus maridos”. (Hernando Colón).
Un año después el Papa [la ONU de aquellos tiempos], Alejandro VI (1492-1503), actuando de árbitro, entre España y Portugal, dividiría el mundo, a descubrir y cristianizar, en dos mitades, el Oriente para Portugal y el Occidente para España (Tratado de Tordesillas, 1494).
Para Isabel I, el propósito primero no sería el oro y las especias, sino especifica bien en su Testamento y Codicilo, que el mayor interés en el descubrimiento de las Islas y Tierra Firme era la evangelización y conversión de sus naturales a la Fé Católica. Años después, cuando se preparaba el tercer viaje de Colón, 1494, tras los fracasos crematísticos de las anteriores rutas sin encontrar las riquezas esperadas, la reina antepone la evangelización a los tremendos gastos, “su voluntad era de proseguir esta empresa y sostenerla, aunque no diese sino peñas y piedras”. Es, precisamente, en ese tercer viaje de Colón cuando el Almirante alcanza el primero Tierra Firme y la costa de las Perlas. Por fin empiezan a vislumbrarse los tesoros que llegarán en gran cantidad sólo con Hernán Cortés.
Portugal mantenía las mismas miras que España, la evangelización y adquirir riquezas, pero por la ruta hacia China. Vasco de Gama alcanza la India en 1498 y regresa con una fortuna en especias. A su regreso es nombrado Almirante de los Mares de la India y Luis de Camões le canta en “Os Luisíadas” (1572), como una hazaña de España: “Oído había a los hados que vendría / una gente fortísima de España / por el mar alto, a la cual sujetaría / de la India todo cuanto Doris baña” 1
Pero Colón además de descubrir tierras, llegar a Tierra Firme, encontrar perlas y empezar la evangelización de los indígenas trajo palabras a España. El idioma castellano que ya se había mestizado con los otros idiomas peninsulares y adquirido nuevos vocablos, ahora tiene un inmenso caudal que le transforma en el idioma español universal. Palabras como Cuba, canoa, caribes, cacique, hamaca, tiburón, etc., abren un inmenso horizonte al idioma de Colón.
Todas las guerras y conquistas son semejantes y codiciosas. Por ejemplo, Ibn Al-Kardabús (Historia de los Califas y Al-Andalus), relata similitudes: “Cuando Yulyán2, Señor de Tánger, se encontró con Musa ibn Nasayr3 le informó de la historia de su hija4 y le presentó los objetivos del dominio de Al-Andalus, la rapidez de su conquista, la abundancia de sus riquezas y la belleza de sus cautivos... Táriq ibn Ziyad 5 partió hacia Córdoba, después de que hubo quemado los barcos y dicho a sus compañeros: Combatid o morid”.
Y no digamos nada de la francesada napoleónica de los años 1808-1814. José Bonaparte, sus generales, oficiales y soldadesca, saquearon y esquilmaron España, llevándose tesoros, pinturas, esculturas, ricos trajes, archivos históricos, geográficos y botánicos, etc., etc., sin contar las atrocidades cometidas contra guerrilleros y población civil indefensa.