Si todos los caminos conducen a Roma,
mejor podemos afirmar que por cualquiera de los caminos de España
podemos llegar a Santiago de Compostela.
Introducción
La noticia de que el Apóstol Santiago había evangelizado la península Ibérica apareció en unos catálogos greco-bizantinos de los Apóstoles y fue recogido por el beato de Liébana en sus “Comentarios al Apocalipsis”. Y la leyenda nos cuenta que, después de ser decapitado en Jerusalén, por orden de Herodes Agripa, sus discípulos recogieron su cuerpo, lo embarcaron en Haifa en una barca y, a pesar de las dificultades del viaje, llegaron a la costa de Galicia y, ascendiendo por el río Ulla, llegaron a Padrón. Construyeron un santuario y depositaron en él los restos del Apóstol. Ya a mediados del siglo IX comenzó a darse culto al sepulcro del Apóstol en las inmediaciones de Iria Flavia.
Pasados dos siglos, el ermitaño Pelagio, oyó ruidos y vio luces extrañas procedentes del cercano bosque; dio conocimiento de estos sucesos a Teodomiro, obispo de Iria Flavia, quien ordenó excavar el suelo. Bajo un altar, se encontraron unos enterramientos que creyeron ser del Apóstol y sus discípulos predilectos Teodoro y Anastasio. A este lugar se trasladó la sede episcopal de Iria Flavia y, a su amparo, nació la ciudad de Santiago. El rey asturiano Alfonso II el Casto fue el primer peregrino para contemplar el hallazgo y ordenó la construcción de una basílica que dio vida a Compostela, denominada así por ser éste el lugar del Campus Estellae.
Alfonso III, nacido y criado en Santiago, mandó construir un nuevo templo de mayores proporciones que el primitivo, y como testimonio de la importancia de la nueva iglesia de Santiago tenemos la cruz de oro que ofrecieron el Rey y su esposa Jimena, en el año 874.
La ciudad sufrió los ataques de los piratas y normandos y más tarde fue arrasada por Almanzor, que destruyó su templo. En el siglo XI se reconstruyó la ciudad y se empezó la construcción de la actual basílica. Alfonso VII elevó la sede a rango arzobispal siendo el obispo Gelmírez su primer arzobispo. En tiempos de Fernando II se construyó el magnífico “Pórtico de la Gloria”, obra del maestro Mateo.
A partir de este descubrimiento, y extendida la noticia por Europa, cristianos de todos esos países peregrinaron a Compostela para rendir tributo de fe al Santo, abriéndose múltiples rutas que han conducido, a través de los siglos, a millones de peregrinos que caminan hacia Compostela atraídos por su fe, al convertirse el Camino en dinamismo de una necesidad interior del caminante.
Goethe reconoció que el camino era motivo creador de una conciencia europea cuando afirmó que “Europa se hizo peregrinando a Compostela”. Desde el siglo IX fue vehículo de transmisión de culturas y tradiciones. Los monumentos que se han ido levantando a lo largo de estas rutas son testimonio de su importancia y, al mismo tiempo, fundamentales en la apertura con Europa. El contacto de los peregrinos con los moradores de estas rutas fue decisivo para asimilar las corrientes culturales europeas de las que eran portadores los peregrinos.
Las peregrinaciones que durante siglos motivaron a cientos de miles de peregrinos de toda Europa, impulsaron notablemente la vida de la ciudad compostelana. Llegó a superar a Roma como lugar de peregrinaje y a diferencia de la denominación que se daba de “palmeros” y “romeros”, como se conocía a los que peregrinaban a Tierra Santa o Roma, a los que venían a Santiago se les llamaba simplemente “peregrinos o jacobistas”. La concha de peregrino o “vieira” (viajera), el palo y el bordón son bandera y enseña de los millones de peregrinos que caminan a Santiago de Compostela.
Los peregrinos estaban protegidos por las leyes canónicas y civiles. Sancho III el Mayor de Navarra los eximió de aranceles, advirtiendo que “ninguno se atreva ir contra ellos faciéndoles mal”. El fervor religioso fue motivo de las peregrinaciones de los primeros siglos, lo que condujo al embellecimiento de la ruta con un arte monumental. Pero, si lo primero fue el motivo religioso el motor de las peregrinaciones, se ha superado el ámbito puramente religioso con una búsqueda, inherente a tan larga travesía, de renovación y conocimiento de unos caminos plenos de vivencias y encuentros. Para muchos es un camino simbólico en busca de un descubrimiento interior, pero muchos más son los motivos que cada año influyen en miles de peregrinos para hacer el Camino de Santiago. La gran mayoría califican esta experiencia como una ayuda para renovar el espíritu. No cabe duda que naturaleza y espíritu, con la calma de la ruta y su largo caminar, se ven unidos al más puro estilo romántico.
Documentación sobre las primeras generaciones de peregrinos pone de manifiesto el desarrollo de las vías de comunicación que desde Europa confluían en Compostela. Pero el camino de Santiago no es sólo un camino español. Desde países tan distintos como Polonia, Finlandia, Eslovenia y Rusia, dentro del contexto europeo, o Escocia, Irlanda e Islandia, separadas de Santiago por el mar, por rutas muy diferentes, millones de peregrinos han tenido como lugar de encuentro, tanto físico como espiritual, la ciudad del Apóstol. Así, uno de los primeros peregrinos fue el francés Gontescalco, obispo de Le Puy en Velay, que llegó en 950. Pocos años después peregrina el abad Cesáreo de Santa Cecilia de Montserrat, con la intención de independizarse de los arzobispos de Narbona haciéndose reconocer como metropolitano de Tarragona, al considerarse a Santiago de Compostela como una segunda Roma. Otros personajes como Guillermo V de Aquitania, el arzobispo Sigfrido de Maguncia, Nopar, señor de Caumont, dan realce al Camino de Santiago con su constante peregrinar para venerar los restos del Apóstol, lo que va a suponer un incremento del prestigio del Camino de Santiago.
La “Guía del peregrino medieval”, conocida como el Codex-Calistinus, aparecida en el pontificado de Inocencio II, ha sido considerada como referencia primaria para los peregrinos que caminaban hacia Santiago. Fueron las primitivas calzadas romanas las que facilitarían el desarrollo de las peregrinaciones. Al referirse al camino nos dice: “Allí se dirigen los pobres, los ciegos, los ricos, los criminales, los caballeros, los nobles, los héroes, los próceres, los obispos, los abades, unos descalzos otros cargando con hierros por motivos de penitencia”.
Los monjes de la Orden Benedictina de Cluny, los monarcas y obispos de los reinos y diócesis de la ruta jacobea colaboraron al desarrollo de las vías de comunicación así como a la creación de monasterios, hospitales y posadas de peregrinos, hoy conocidos como albergues. Impulsados por estos mismos promotores aparecen en toda Europa hermandades que servirán de ayuda a los peregrinos en su recorrido. Fueron precisamente los monjes de Cluny quienes idearon la construcción del conocido como “Camino francés. Trataban de conseguir una Europa unida por la vía de la religiosidad. Una prueba de esta idea integradora de Europa, sostenida y extendida por los monjes de Cluny, fue la implantación del románico como símbolo de una Europa unida bajo el sello de la cristiandad.
El monasterio románico, representante de la reforma de Cluny, lugar ideal para quienes buscan en él el sosiego del espíritu, y la paz interior, sirvió, además, para atender a los más necesitados y, en el caso del camino de Santiago, para albergue de los peregrinos como lugar de descanso y reposo. Pero no es sólo el románico el que nos vamos a encontrar en nuestro caminar. El Císter, cumpliendo con aquello que decía San Bernardo: “Para qué sirven estos follajes, con mil monstruos entrelazados, esas figuras de sátiros u centauros, tantas molduras con fieras y adornos en las cuales la imaginación del monje se distrae de su piedad y se aparta de la pobreza evangélica”, vuelve a sus orígenes con la eliminación de lo que considera un lujo innecesario, se reforma y nos va a ofrecer una arquitectura en la que no hay lugar a las florituras, dando así origen al gótico que vamos a contemplar en nuestro caminar hacia Compostela. Y también nos vamos a encontrar con un nuevo estilo ornamental caracterizado por la profusión de volutas, roleos y otros adornos en que predomina la línea curva cuyo desarrollo principal tiene lugar en los siglos XVII y XVIII. Se deja la forma simple del gótico para dar una nueva forma retorcida, superabundante y plena de imaginación: el barroco.
En la actualidad el Consejo de Europa ha declarado el Camino de Santiago como Itinerario Cultural Europeo y la Unesco lo ha hecho con la ciudad de Santiago al declararla como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Dentro de los planes del Consejo de Europa se contempla no sólo la protección de lo que se ha considerado como itinerario cultural europeo sino de aquellos enclaves, lugares o monumentos cuya conservación corre peligro.
Finalmente, antes de hacer mención de los distintos caminos, es necesario que el peregrino se vaya familiarizando con aquello que va a encontrar al traspasar el umbral de la catedral de Santiago, y que queda reflejado en los siguientes vocablos:
Año jubilar: El año santo compostelano o jubilar, conocido como el “Xacobeo”, fue proclamado en el año 1119 por el papa Calixto II y ratificado en 1179 por el también papa Alejandro III por medio de la bula “Regis Aeternis”. Es año jubilar aquel en que la festividad de Santiago Apóstol, 25 de julio, caiga en domingo. Será año jubilar el próximo 2010.
Los ritos y documentos importantes del peregrino: Una vez en Santiago, el peregrino entrará en la catedral por la Puerta Santa. El rito empieza en el Pórtico de la Gloria, donde, según la tradición, el peregrino debe posar su mano en el hueco modelado por miles de manos de los peregrinos. En la parte opuesta se dará tres golpecitos en la cabeza de quien dicen es del Maestro Mateo, vulgarmente denominado “o Santo dos Croques”. Se visitará el arca relicario, y se dará el abrazo a la imagen de Santiago situada en el Altar Mayor. Todos los días, a las doce, se celebra la misa del peregrino. Antes de marchar podrán solicitar la “Compostela”. Para ganar el jubileo es imprescindible confesar y comulgar quince días antes o después de visitar la catedral.
La Credencial: Es un documento que acredita la condición de peregrino. La credencial pueden recibirla personalmente en las asociaciones, cofradías o refugios en los que ha delegado la Iglesia de Santiago. Sirve para demostrar que uno es peregrino y, así, acogerse a la hospitalidad de los refugios y albergues y de la gente que encuentre en el camino; debe sellarse una o dos veces al día en los lugares que pasa (iglesias, refugios, hoteles, bares...) indicando la fecha, para dar fe de que se está haciendo la peregrinación.
La Compostela: Es un documento del Cabildo de la Catedral de Santiago que certifica la peregrinación. Debe mostrarse la credencial que se ha ido fechando y sellando a lo largo del camino. Para obtenerla se necesita llegar a Santiago tras cien kilómetros andando o doscientos en bicicleta, como mínimo.
Agustín Miguélez Posada
Catedrático de Matemáticas