miércoles, 1 de octubre de 2008

Una mirada


El otro día, al subir al coche de un amigo que venía a buscarme, estaba en el borde de la acera una mujer bien vestida, extranjera quizá, pidiendo limosna. Lo disimulaba con unos paquetes de pañuelos de papel que llevaba en la mano.
Me enseñaron a dar limosna y casi siempre lo hago, pero de una manera maquinal y, la verdad, con poca profundidad de pensamiento. En esta ocasión le di a la señora una moneda, una simple moneda de un euro. Me lo agradeció con una palabra que no entendí, porque me miró de un modo que me dejó perturbado y aún lo estoy.

Encontré en aquella mirada toda la tragedia de la emigración, de la familia destrozada, de los hijos tal vez pequeños y necesitados…, en definitiva, de una familia en la calle. Y en aquella mirada encontré un agradecimiento infinito que no correspondía a la poquedad de la limosna, sino a la atención de haberla hecho caso.

Escribo esto para excitar a quien me lea a la limosna de la atención y del cariño al que lo necesite, que siempre podemos ejercitar y que, por lo general, es infinitamente agradecida. n

Antonio García de Gúdal - Doctor en Ciencias Físicas

Pie de foto:
“Los mendigos españoles”. Robert Kemm

 
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