“Entretanto las señoras, además de tener preparadas sus macetas y floreros, iban acercando sus muebles a los balcones para tirarlo todo a la cabeza de los franceses” (José Mor de Fuentes, testigo del 2 de mayo.1)
Nunca utilizó tanta perfidia Napoleón Bonaparte como con España; una nación aliada, a cuyos reyes desarboló con maquinaciones, engaños y coacciones. Ocupa casi la mitad norte del país con tretas innobles y en febrero del 1808 nombra su Lugarteniente ¡en España!, al mariscal Joaquín Murat, cuñado suyo.
Napoleón I estaba en el cenit de su poder; derrota al Imperio ruso, consigue la Paz de Tilsit (7-7-1807) y se alía con el Zar, hasta el año 1812. Ya sólo le queda, para su sueño del Bloqueo continental contra Inglaterra neutralizar a Portugal. Pero no se le olvida la Guerra de las Naranjas, de Godoy. Esta vez no se dejará engañar y su nueva estrategia, ocupar España. Simultáneamente prosigue el desprestigio de la dinastía española. Gracias al embajador Beauharnais y al partido fernandino enfrenta a la familia real; el Príncipe de Asturias don Fernando le escribe: “... me determino no solamente a testimoniar los sentimientos de mi corazón para su augusta persona, sino a depositar los secretos más íntimos en el pecho de V. M. como en el de un tierno padre...”. Este reemplazo de paternidad de Carlos IV por Napoleón, allanará el camino para el Complot de El Escorial y el Tratado-trampa de Fontainebleau, el Motín de Aranjuez, la abdicación de Carlos IV y la entrada del mariscal Murat en Madrid el 23 de marzo. Ofrece el reino, el 27 de marzo, a su hermano Luis, pero éste no cambia su reino de Holanda por España. Joaquín Murat, debe enviar a toda la familia real a Bayona, para completar en Francia la estrategia insidiosa del Emperador. Llegan a Bayona el 20 de abril, Fernando VII, el 26 Godoy y el 30 los reyes padres; y Murat solicita a la Junta Central, nombrada por Fernando VII, el envío del resto de la familia real a Francia, los infantes Francisco de Paula y María Luisa, ex-reina de Etruria. El 1 de mayo, por la noche, se reúne la Junta, se discute si se niega y se arriesga a la guerra o bien cede. Pero las órdenes de Fernando VII eran “conservar la paz y armonía con los franceses”. Se añadía la circunstancia de disponer en la capital de poco más de 3.000 soldados españoles frente a los 30.000 franceses de Murat, unos 10.000 dentro de la ciudad y unos 20.000 acampados en las afueras. Además la división del mariscal Moncey en Pozuelo y la del general Dupont en Toledo. Ante tales acontecimientos se decide nombrar una Junta de Sustitución, por si a la actual la impide gobernar Murat. Presidente de la nueva será el capitán general de Cataluña, conde de Espeleta. Mientras tanto, para ganar tiempo, se concede el traslado de los hijos de Carlos IV, doña María Luisa y don Francisco de Paula. Estas informaciones se filtran al pueblo, que el día 1 se aglomera en la capital, mezclado con población de pueblos aledaños, por las fiestas de Santiago el Verde. Algunos de los forasteros permanecerán en Madrid suponiendo lo que acontecerá al día siguiente. Otros salen por el mismo motivo, como el fiscal Juan Pérez de Villamil, miembro de la Junta de Sustitución, que sigue el plan de Godoy de escapar a Sevilla; como paso previo se desplaza a Móstoles, donde tiene casa propia. Allí recibirá el día 2 de mayo las noticias de lo que ocurrió en Madrid y redactará el famoso Bando de los Alcaldes de Móstoles, Andrés Torrejón y Simón Hernández, dándoselo a firmar para añadir categoría y autoridad. Dicho Bando será distribuido por el postillón Pedro Serrano a todo el sur español.
El día 2 de mayo, hacia las 9 empieza el alzamiento madrileño, al ver los preparativos del viaje de los infantes. El cerrajero real José Blas Molina Soriano iniciará el alboroto y será uno de los pocos que se salven del evento. Tiempo después escribirá “para impedir la marcha de su alteza [el infante Francisco de Paula] se arrojaron a cortar los tirantes del coche y también quisieron matar a las inocentes mulas”. Asaltado Lagrange, edecán de Murat, le libera un batallón de granaderos con dos cañones. Después la artillería, sin previo aviso, provoca las primeras bajas. La multitud se dispersa en busca de cualquier arma. Murat ordena la entrada del resto de las tropas concentradas en los alrededores de Madrid: la Casa de Campo, el Retiro, Carabanchel, el Pardo... Además de los paisanos combatientes, casi sin armas, degollando franceses con navajas y destripando caballos con tijeras, consiguiendo armas de sus enemigos, se erigen como jefes espontáneos natos formando 15 ó 20 grupos o partidas guerrilleras urbanas, improvisadas pero algo conjuntadas, algunos como el citado Blas Molina delante del Palacio que luego lleva a su gente a por armas al Parque de Monteleón; José Albarrán, médico de la Real familia; Alfonso Sánchez, arquitecto académico de San Fernando, junto a la plaza de San Ginés; Joaquín Fernández de Córdoba, marqués de Malpica, Grande de España, a quien se une el pueblo junto a la Puerta de Toledo para impedir la entrada de los franceses de Carabanchel; Andrés Rovira, capitán de las Milicias de Cuba, con grupo en la calle Ancha de San Bernardo; el capitán de artillería De la Cruz, hijo del famoso escritor don Ramón de la Cruz, etc. Los únicos militares, como tales tropas regulares, que desobedecieron al capitán general de Madrid, Francisco Javier Negrete, de permanecer en los cuarteles sin intervenir, los artilleros del Parque de Monteleón, bajo las órdenes de los capitanes Luis Daoíz (de Sevilla) y Pedro Velarde (de Santander), más el teniente de infantería, Jacinto Ruiz (de Ceuta), a los que se unieron varios grupos de paisanos como el de Blas Molina y numerosas mujeres como Clara del Rey Calvo (1761-1808) que luchó junto a su marido Manuel González Blanco y sus hijos Juan, Ceferino y Estanislao. Murió Clara por metralla de cañón, en la cabeza. Su hijo mayor Juan, combatió en los Cazadores de Sagunto “para defender la Patria y vengar a su madre”. De las numerosas mujeres que se enfrentaron a las tropas napoleónicas son testigos las 57 mujeres muertas luchando o fusiladas.
Tras la matanza del 2 de mayo, los fusilamientos de los días 2 y 3, en numerosos lugares, como Príncipe Pío, la Casa de Campo, la Moncloa, en el atrio de la iglesia del Buen Suceso (entonces en la Puerta del Sol), las alcantarillas de Leganitos, las márgenes del Manzanares, las tapias del Retiro2, el paseo del Prado3, en la actual plaza de la Lealtad4, etc., etc. El obispo de Rosén, en la oración fúnebre del 1812, pronunció las siguientes palabras: “Para que enmudeciésemos con nuevos horrores, no permitió Murat que se diese sepultura en dos días a aquellos venerables cadáveres, para que todos viesen en ello lo terrible de su enojo y venganza”. Sin embargo los fusilados en la Montaña del Príncipe Pío (aproximadamente la actual Plaza de España), por ser la mayoría defensores del Parque de artillería de Monteleón o albañiles que reparaban la Iglesia de Santiago y combatieron desde sus andamios, por orden expresa de Murat, permanecieron insepultos hasta el 12 de mayo, a pesar de su putrefacción y hediondez5. Mesonero Romanos, testigo del 2 de mayo, años después lo recordará, “El sanguinario Murat aplicando en esta ocasión el procedimiento seguido por su cuñado Bonaparte en las célebres jornadas del Vendimiario, había dispuesto que en las plazas y calles principales, así céntricas como extremas, continuase, durante toda la noche aquel horrible fuego, aunque sin dirección y con el objeto de sobrecoger y aterrorizar más y más al vecindario”.
Unos acertados comentarios a tan atroces actos serán los del ministro de Napoleón Bonaparte, Talleyrand, de que no sólo constituyeron un crimen sino un error, y del ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos: “No lidiamos por la Inquisición, ni por soñadas preocupaciones, ni por el interés de los Grandes de España; lidiamos por los preciosos derechos de nuestro Rey, nuestra religión, nuestra Constitución y nuestra independencia”.
Se hizo famoso el Bando de los dos Alcaldes de Móstoles, ambos labradores, Andrés Torrejón, provisional por el Estado Noble y Simón Hernández por el Estado Ordinario o pechero, que llamó a luchar contra los franceses “por el Rey y por la Patria”. La rápida difusión por el sur no ocupado, Extremadura y Andalucía, copiado, glosado y reproducido por alcaldes y funcionarios municipales, provocó un levantamiento en cadena.
El día 3 consigue Murat enviar a Francisco de Paula a Francia y el día 4 de mayo al infante Antonio Pascual, Presidente de la Junta Central. Le sustituye como presidente Murat, que creyó que con su actitud brutal sería nombrado Rey de España; sin embargo Napoleón I decidió que fuera su hermano José, hasta entonces rey de Nápoles, a quien sucedería el 15 de Julio, Murat como Joaquín I; sería fusilado, probando sus propios métodos.
Miguel de Aguilar Merlo Licenciado en Ciencias de la Información
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Notas:
1) El oficial de caballería Legrand falleció de un macetazo. Poco después murió su padre, el general de caballería Legrand, en el primer “Sitio de Zaragoza”.
2) Enterrados en el antiguo Huerto del Francés, en el Parque del Retiro, junto a la estatua del Ángel Caído
3) Enterrados en la parte trasera del antiguo Hospital General, hoy Museo Reina Sofía
4) Aquí están enterrados los fusilados en ese lugar y Daoíz y Velarde (1840) y en 1909 también Jacinto Ruiz. Junto al Obelisco la lámpara votiva, con llama perenne.
5) Luego enterrados en el Cementerio de la Florida, Parque del Oeste.
Pie de fotos:
Azulejos en memoria del Alcalde de Móstoles.
Combates en la Puerta del Sol.
miércoles, 1 de octubre de 2008
Dos de Mayo de 1808: Lunes de Independencia
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Divulgación Histórica